Imaginaros por
un momento, que pudierais vivir en una isla paradisíaca, sin tener que rendir
cuentas a nadie y sin estar sujeto a horarios. Pues así es la vida de Henry, un
apuesto joven fruto de la unión de una nativa y un hombre blanco.
La llegada de
Slater, un ambicioso comerciante de copra que además es tutor de una bella
mestiza llamada Tito, cambiará su vida. Espoleado por los celos, este “pilar”
de la civilización occidental, intentará por todos los medios destruir la vida de Henry. Para ello usará
todos los medios a su alcance, logrando con malas artes, desahuciar al pagano de
su hermosa casa.
Pero la magia
del amor que surge entre los jóvenes, solventará todas las barreras que impone
una clase dirigente, cuyos principales valores son el fanatismo religioso, el
desprecio por la cultura autóctona y el enriquecimiento a cualquier costa.
Pocas
películas de la época retratan este conflicto cultural de manera tan explícita.
Menos aún, si se trata de una producción
nacida en uno de los grandes estudios. Rodada en escenarios naturales por W.S.
Van Dyke, un director que adquiriría la fama por títulos tan populares como “San
Francisco” y con un elenco estupendo encabezado por Ramón Novarro y Dorothy
Janis, además de Donald Crisp que encarna al malvado Slater.
Adentraros en
este idílico paraíso, y no os preocupéis porque los actores no hablan, es mucho
mejor…cantan.
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