Cada vez son
más abundantes las recreaciones históricas, en fiestas populares, novelas,
películas y series de televisión. Muchas adolecen de rigor histórico y lo que
es peor, resultan aburridas. En “Las perlas de la corona” visitamos la historia
europea a lo largo de cuatrocientos
años, con una mirada pícara, sin por ello caer en la caricatura.
El hilo
conductor es el destino de esas perlas, que van cambiando de manos a lo largo
de los siglos. Frente a ciudadanos anónimos de todos los estratos de la sociedad,
veremos en acción a figuras tan conocidas como Francisco I, Napoleón Bonaparte,
Catalina de Medicis o Eugenia de Montijo. Una convulsa trayectoria que viene a
terminar en la flamante corona que lucen los monarcas británicos, pero en el
camino tres de ellas han desaparecido. Deciden buscarlas un escritor francés,
un chambelán papal y un caballero inglés.
La película es
fruto del ingenio del dramaturgo y director de cine Sacha Guitry, que
interpreta además a varios personajes. Le acompaña su mujer en aquél momento,
Jacqueline Delubac, actriz tan hermosa como elegante. Una elegancia que impregna toda la cinta, por
desgracia algo poco común en el cine actual.
En menos de
dos horas de duración somos testigos de cómo la ambición, la lujuria, la avaricia y los sentimientos de piedad, son
propias de la condición humana, patrimonio de monarcas o humildes siervos, de
banqueros o de jugadores de baja estofa. Personajes que viven su amor de forma egoísta,
sacrificada, comprada y desprendida.
Un gran espectáculo,
donde el humor se cuela por palacios y burdeles, humanizando a la historia y a
nosotros mismos.
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