domingo, 23 de marzo de 2014

Siguiendo mi camino (1944) La esperanza tras la tragedia

 

A menudo se utiliza “Siguiendo mi camino” como ejemplo palmario de la injusticia de los premios de la Academia de Hollywood, comúnmente conocidos como “oscar”. Salir victoriosa un año en que sus rivales principales eran nada menos que ”Perdición” y “Luz que agoniza” parece que es una lacra que muchos críticos no olvidan.

 
 
Los premios son muy caprichosos y dependen de muchos factores, uno de ellos es el momento en que se realizan. La fecha de la entrega de los premios, en medio de los estertores de una guerra como nadie había conocido, era más propicia para el mensaje esperanzador de la cinta de McCarey que el amargo filme de Billy Wilder. Por otro lado si uno repasa el palmarés de los años dorados de Hollywood, verá como las cintas noir, eran habitualmente ignoradas por los miembros de la academia. Un año más tarde, el  maravilloso drama sobre el alcoholismo “Días sin huella” recibirá los más altos galardones, lo que pone en evidencia los gustos de esta. Algo parecido le sucedería a John Ford, maestro del western, que logró sus premios con películas de géneros “más prestigiosos”.
Pero una vez dejado de lado este espinoso tema, tan espinoso como fútil (es como hablar de un penalti que no ha señalado el árbitro) es evidente que “Siguiendo mi camino” es una película magnífica y menos conocida de lo que puede parecer.
El argumento es muy sencillo, un sacerdote joven llega a una vetusta parroquia para reemplazar al anciano párroco que ha ido perdiendo feligreses con el paso del tiempo. Una trama que será utilizada años después en “El padrecito” de Mario Moreno “Cantinflas”. En la España de curas con sotana y teja, resultaba chocante  un personaje como el del padre O´Malley, que no solo viste de corto, sino que además juega al beisbol y canta. Con este papel Bing Crosby logró su actuación más recordada y su primer papel serio en el cine. El estupendo crooner que había comenzado a ser famoso siendo vocalista en la orquesta de Paul Whiteman, había debutado en el medio, en el musical “King of jazz” realizado a mayor gloria de su orondo director. Para los aficionados actuales puede que el nombre de Whiteman no les suene, pero en su época lideraba la orquesta más famosa del mundo, contando con solistas tan prestigiosos como Bix Beiderbecke, el legendario cornetista al que Michael Curtiz homenajeó en “El trompetista” una biografía encubierta del legendario músico, encarnado por un inspirado Kirk Douglas.
 
Curiosamente el actor que interpreta al vetusto sacerdote, Barry Fitzgerald, aunque irlandés era protestante, mientras que McCarey y Crosby profesaban la religión católica. Si no fuera por su extraordinaria interpretación del casamentero Michaleen Oge Flynn, en “El hombre tranquilo” de Ford, seguro que el actor irlandés hubiera pasado a la historia del cine encarnando a este clérigo cascarrabias, que le proporcionó el oscar al mejor actor secundario. Por cierto que fue el único caso en que el mismo actor estaba nominado a dos categorías como mejor actor principal y mejor secundario, al año siguiente se cambiaron las normas para que esta circunstancia no se volviera a repetir.
 
 
Triunfadora absoluta de la ceremonia de ese año, Crosby se llevó el oscar al mejor actor por su interpretación y sería nominado igualmente al año siguiente por interpretar el mismo personaje, en la secuela del filme, también dirigido por McCarey, “Las campanas de Santa María” donde una bellísima Ingrid Bergman ejercía de Madre Superiora. Algo insólito para la época pues las secuelas eran más propias de películas de género o de Serie B.
McCarey por su parte se llevó los oscar correspondientes a mejor director y guion, siete años atrás ya había recibido el oscar al mejor director por la estupenda comedia “La pícara puritana”. Un cineasta que merece redescubrir y al que volveremos muy pronto en este blog. Porque pocos directores merecen el lema de “Clásico y divertido” tanto como él.
 
P.D. Como no podía ser de otra forma, una cinta protagonizada por Crosby está repleta de excelentes canciones, en “Siguiendo mi camino” canta dos de sus éxitos más recordados, la nana irlandesa  "Too-Ra-Loo-Ra-Loo-Ral (That's an Irish Lullaby)" escrita originalmente en 1914 por James Royce Shannon, y "Swinging on a Star" escrita expresamente para el filme por los compositores habituales de Crosby Jimmy Van Heusen y Johnnie Burke que se llevó el oscar a la mejor canción. También interviene en el filme la prestigiosa mezzo-soprano Rise Stevens, famosa por sus interpretaciones de Wagner y la Carmen de Bizet entre otras muchas.
 
 

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