martes, 24 de diciembre de 2013

La gran familia (1962) ¡Chencho, hijo mío!

 

La imagen de James Stewart recorriendo las calles de Bedford Falls, es un icono del cine navideño. Pero yo os traigo una visión más cercana, la del entrañable Pepe Isbert buscando infructuosamente a su nieto Chencho en La Plaza Mayor de Madrid. La desgarrada llamada del anciano, es la nota dramática de una comedia costumbrista, que ha quedado guardada en nuestros corazones.


El madrileño Pedro Masó fue el artífice de esta obra maestra del costumbrismo hispano. Vinculado al cine desde muy joven, fue escalando puestos en la industria hasta convertirse en un acreditado guionista. “Las chicas de la cruz roja” y “El día de los enamorados” dos rotundos éxitos de finales de la década de los cincuenta son prueba de ello.


El muchacho que con catorce años había empezado pisando los estudios cinematográficos, ejerciendo de actor de bulto, en 1962 decide dedicarse al complicado mundo de la producción. Fruto de este impulso son dos cintas que ya han quedado en la historia del cine patrio, “Atraco a las tres” y “La gran familia”.
 

Este retrato amable, de una familia numerosa de la incipiente clase media, representaba la España oficial, pulida de las aristas que mostraban otros filmes como “Plácido” de Berlanga. La mirada benevolente del guion de Masó, no impide un cierto realismo apolítico sutilmente sugerido. Una mirada optimista pese a las dificultades, que obviamente recibió todas las bendiciones del régimen.


El motivo de que esta película, siga deleitándonos medio siglo después de su estreno, pese a sus trasnochados mensajes subliminales, es que tras el barniz ideológico sigue indemne su veracidad. Porque las andanzas de la numerosa familia Alonso, tienen ese poso de naturalidad, que nos los hacen cercanos. Los mayores culpables de ello, son sin duda, una pléyade de magníficos actores.


Alberto Closas,  galán por antonomasia del cine y el teatro, acostumbrado a representar personajes de la alta sociedad, que visten trajes impolutos y cenan en restaurantes caros con señoras estupendas, sorprende encarnando al modesto aparejador, que no para de trabajar para pagar las facturas de tan numerosa familia. Pese a ello, en la escena del baile en la localidad costera, vistiendo una americana sport, con una camisa ligeramente desabrochada, aparece esa elegancia que con tal naturalidad desprendía.


Amparo Soler Leal, es el reposo del guerrero, el ama de casa que no sucumbe a las adversidades. Magnífica como siempre, es el eje del hogar, como lo eran todas nuestras madres. José Luis López Vazquez era el contrapunto cómico de la cinta, con su inolvidable creación del generoso padrino. Actor con muchas películas a sus espaldas, con este título alcanzó al fin la fama a la que era acreedor. De todos los hijos de la familia Alonso, Pedro Mari Sánchez y Jaime Blanch siguen en activo después de una brillante trayectoria.

 

Que conste que no me olvido de los directores y guionistas Fernando Palacios, Rafael J. Salvia y Antonio Vich, sin cuyo talento no hubiera sido posible esta película, ni tantas otras del cine de la época. Dejo para el final la referencia a Pepe Isbert, uno de los mayores talentos interpretativos que ha dado este país.  El actor oriundo de Tarazona de La Mancha, aunque circunstancialmente nacido en Madrid, tuvo una dilatada carrera primero en las tablas del teatro, donde fue el mejor intérprete de las comedias de Muñoz Seca, seguida de una paulatina dedicación al mundo del cine, empezando por las comedias de teléfonos blancos de CIFESA para acabar siendo el actor fetiche de dos directores comprometidos como Luis García Berlanga y Marco Ferreri.

La película que tuvo dos secuelas distanciadas en el tiempo, sigue siendo la perfecta encarnación del espíritu navideño en nuestro país. Sus integrantes ya son figuras de ese belén sentimental que construimos en nuestra memoria.
 

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