No será de los mejores musicales de
la historia del cine, pero que agradable es ver a Frank Sinatra, haciendo de él
mismo, y cuando se pone a cantar “The
lady is a tramp”, ya te sientes en el cielo.
Tiene demasiado apetito
para cenar a las ocho
Le gusta el teatro
y nunca llega tarde
Jamás se incomoda
con las personas que odia
Por eso la dama es una vagabunda ...
No le gustan los juegos de azar
con barones o condes
No va a Harlem
con armiños y perlas
No reparte chismes
con el resto de las chicas
Por eso la dama es una vagabunda ...
Aunque el personaje de Joey Evans,
fuera creado en 1940 para el gran Gene
Kelly (su gran éxito en Broadway con esta función le lanzó al estrellato),
nadie dudará que este papel de simpático caradura le sienta como un guante a
Sinatra. El actor en aquel momento estaba en la cresta de la ola en su doble
condición de cantante y actor de cine. Mientras que en el aspecto musical había
sido decisiva su incorporación a la discográfica Capitol, donde comenzó a
grabar con el gran Nelson Riddle, el
oscar al mejor actor de reparto conseguido por “De aquí a la eternidad” le había vuelto a abrir la puerta de los
grandes estudios.
En poco menos de dos años había hecho
papeles tan dispares como el despiadado gangster de la estimable “De repente”, de atribulado drogadicto
en “El hombre del brazo de oro”, o
como el misógino trilero Nathan Detroit en “Ellos
y Ellas”, por no hablar de patriota español en la tremendamente kitsch “Orgullo y pasión” de Stanley Kramer.
Lo cierto es que el productor Harry Cohn estuvo barajando
alternativas diferentes tanto en la dirección como en el reparto, antes de dar
con la nómina definitiva. En un principio compro los derechos de la obra,
pensando en volver a juntar a la pareja formada por Gene Kelly y Rita Hayworth, que tan buen resultado
había dado en “Las modelos”. Cuando
MGM no decidió ceder al bailarín, el proyecto quedo casi en el olvido, hasta
que a mediados de los años cincuenta se decidió volver a intentarlo. Se cuenta
que Cohn le ofreció la dirección a Billy
Wilder, pero este la rechazó ante el sarpullido que le producían las
películas musicales. En su única incursión en el medio, la opereta “El vals del emperador”, Wilder redujo
al máximo los números musicales y en la posterior “Irma la dulce” que en su origen era un musical, decidió
convertirlo en una comedia exclusivamente dialogada.
Finalmente se ocupó de la tarea George Sidney, un experto en el género que
había dirigido ya a Sinatra en “Levando
anclas” junto a Gene Kelly. Tras su exitosa carrera en MGM, Sidney había
firmado por Columbia donde ya había dirigido a la nueva estrella del estudio Kim
Novak, en dos melodramas musicales “The
Eddy Duchin Story” y “Jeanne Eagels”. Novak que había ascendido al
estrellato gracias a la sensual “Picnic”
volvía a formar pareja con Sinatra tras la aludida “El hombre del brazo de oro”.
La en otros tiempos gran figura del estudio Rita Hayworth, en lugar de interpretar a la
ingenua Linda English, le tocaría
encarnar a la fría y malvada Vera Prentice-Simpson, en la que es para mí, una
de sus mejores interpretaciones.
El resultado final, es para mí una
bella comedia romántica, que sin estar como he dicho en el preámbulo entre los
grandes musicales del género, resulta gratificante volver a ver. Las bellezas
rutilantes de Novak y Hayworth, junto a la voz, más la siempre evocadora San
Francisco, que más se puede pedir.
P.D. La historia original se basa en una novela epistolar escrita por John O´Hara. Otra de sus novelas "Butterfield 8" fue la base para la película conocida en España como "Una mujer marcada" por la que Liz Taylor ganó su primer oscar
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