«Cuando estoy haciendo una película no quiero que el público
se de cuenta que está viendo una película. Lo que quiero es que se sienta
involucrado en la historia».
Esta declaración de intenciones, es
muy esclarecedora del estilo narrativo conciso y carente de innecesarias
florituras de su director. Pero detrás de su aparente simplicidad se esconde
una personalidad compleja, de auténtico autor, que poco a poco irá forjando una
identidad clara y definida.
Desgraciadamente las siete películas
que rodó con un maduro Randolph Scott,
han eclipsado una trayectoria mucho más amplia. Forjado en los filmes de bajo
presupuesto durante la década de los cuarenta, la primera oportunidad de
realizar un filme de nivel se la dará la productora de John Wayne, a través de la Republic. El filme titulado “El torero y la dama” le ofrecía la
oportunidad de mostrar en la pantalla por primera vez una de sus grandes
pasiones, los toros.
Porque la mayor singularidad de Budd Boetticher, es ser el único
director de cine (al menos que yo sepa) que ha sido matador de toros. Fue
durante su juventud en México, eso le propició su primera aproximación a las
películas al ser asesor taurino en la cinta de Maomulian “Sangre y arena”. “El torero y la dama” sufrió un
drástico recorte en su duración a sugerencia de John Ford. A partir de entonces Boetticher decidió rodar de tal
manera que hiciera casi imposible que sus cintas fueran desvirtuadas en la sala
de montaje, dejando el material extra a la mínima expresión.
Durante su estancia en los estudios
Universal, rodó nueve títulos en menos de dos años, mayoritariamente western,
pero también una excelente cinta bélica que retrataba aunque no todo lo explícitamente
que hubiera deseado, la labor de una unidad de camiones de suministro pilotada
por soldados afroamericanos durante la segunda guerra mundial (Red Ball Express) y dos cintas de
aventuras (La ciudad bajo el agua y Al
este de Sumatra).
En esas dos cintas, como en la muy
estimable “Traición en Fort King”
había un discurso antirracista, poco habitual en su época. Anthony Quinn que intervino con roles importantes en los tres
filmes, sería protagonista absoluto de “Santos el magnífico” su siguiente
película para la pantalla grande tras el ciclo Universal y un año dedicado a la
televisión.
Producida por Edward
L. Alperson Productions, especializada en títulos de bajo presupuesto, en
esta ocasión contó con el novedoso Cinemascope y un reparto estelar con Anthony Quinn y Maureen O´Hara.
Realizada en los estudios de la Fox y con numerosos exteriores en México, contó
con la fotografía de uno de sus cámaras predilectos Lucien Ballard, conocido especialmente por su colaboración con Sam
Peckinpah.
La historia del propio director, fue
convertida en guion por Charles Lang
(autor asimismo de los libretos de dos de los mejores filmes del llamado ciclo Ranown: Buchanan cabalga de nuevo y Cita
en Sundown). Aquí nos cuenta la historia de un veterano matador de toros,
que se halla ante la perspectiva de dar la alternativa a un hijo natural, que
él cree ignora su paternidad. La presencia de la muerte y el amor, están presentes
a lo largo de todo este drama con ribetes de cine de aventuras y algo de
documental. La soberbia interpretación de Quinn, sobrio como pocas veces en un
papel que hubiera podido caer en la sobreactuación y el genuino retrato de la
fiesta brava, tan alejado de los estereotipos de Hollywood son dos de sus
mayores atractivos.
Pero ante todo lleva la firma de Budd Boetticher, un magnífico director que no solo hizo western.
Dedico esta entrada a Farwest Clint Cooper que fue quien me invitó a sumergirme
en la obra de este singular cineasta.
P.D. La canción que abre la película es obra del hijo del
productor de la cinta, cantada magníficamente por Kitty White, vocalista de
jazz con una gran vinculación en el mundo del cine, llegando a cantar "Crawfish" junto a Elvis Presley.
Pero quizás su mayor contribución al mundo del cine fue interpretar la nana de la
mítica “La noche del cazador”
No hay comentarios:
Publicar un comentario