Walter Reisch es
uno de los mejores guionistas de la historia del cine. Al igual que su colega Billy Wilder aspiraba a pasar a la
dirección, labor que había realizado en Europa durante los años treinta. Pero
mientras que Wilder se hallaba en un estudio como la Paramount que tendía a
promocionar a sus escritores, como también ocurrió con Preston Sturges, a Reisch en MGM no le dieron la oportunidad, arguyendo que ya tenían a directores experimentados en
su nómina.
Tuvo que ser en la modesta Universal,
donde pudo dirigir esta biografía del famoso músico Nikolai Rimsky-Korsakov, que a decir verdad de biográfica tiene
poco. La crítica se cebó con la película, lo que a mi entender no es en
absoluto justo, ya que es una estupenda cinta de aventuras, salpicada por divertidos
momentos de comedia, con la estética kitsch propia del estudio. A mi entender
es bastante más digerible que las graves adaptaciones de la vida de Chopin (Canción inolvidable) o de Schumann (Pasión inmortal, producida por MGM ese
mismo año pese a contar con Katherine
Hepburn y la dirección de Clarence
Brown).
La película cuenta además con la
belleza de Yvonne De Carlo, en el
papel de la española Cara de Talavera, ficticio amor de Korsakov, donde exhibía sus dotes de bailarina, en esta
su tercera película importante, tras su debut dos años atrás como protagonista
en “Salomé la embrujadora”. La estrella masculina de la cinta Jean Pierre Aumont, estaba casado con
la hasta ahora reina de las fantasías orientales Maria Montez, y al igual que esta su carrera norteamericana se
hallaba en declive, tras un inicio prometedor, interrumpido por sus servicios a
la patria donde obtuvo la “Legión de honor” por su acreditado valor. Pero sin
duda el mejor de la partida es el actor irlandés Brian
Donlevy, habitualmente secundario, pero que protagonizó la primera cinta de
Preston Sturges “El gran McGinty”
una acerada y divertida sátira política. Aquí encarna al pintoresco capitán de
la armada Vladimir Gregorovitch, haciendo gala de sus dotes para la comedia.
Y para finalizar, no podía ser de
otro modo, la bellísima música del compositor ruso, arreglada y dirigida nada
menos que por Miklos Rozsa. Un
hermoso espectáculo en radiante Technicolor que me ha hecho pasar un rato
francamente agradable, cine sin pretensiones, tan solo la de entretener, como
en la mayoría de las cintas que protagonizó la bella Yvonne, a quien va
dedicada esta entrada.
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