Para quien sigue asiduamente este
blog, no le sorprenderá la admiración que siento por el actor británico Alec Guinness, tan versátil y
camaleónico, como brillante y profundo. Capaz de meterse en la piel de un
sacerdote, un embajador, un ladrón, un maestro Jedy o un militar de carrera. Precisamente
su único oscar lo recibió interpretando al Coronel Nicholson en “El puente sobre el río Kwai” dirigida por
David Lean.
Otro de sus directores favoritos
Ronald Neame, había sido director de fotografía y guionista antes de adentrarse
en el mundo de la dirección. Junto con Guinness había intervenido en la
divertida “Un genio anda suelto” donde
el actor británico interpretaba a un excéntrico pintor y que le valió a Sir
Alec una nominación por el único guion que escribió para el cine.
Su siguiente proyecto se basó en una
novela de James Kennaway, publicada
en 1956 y que el mismo adaptó a la gran pantalla. El joven escritor escocés,
retrataba basándose en sus propias experiencias personales, el ambiente de un
cuartel de su tierra natal, tras la segunda guerra mundial, una contienda en la
que sirvió Guinness, y que consideraba el papel más importante jugado en su
vida.
La historia relata el enfrentamiento
entre el epicúreo Mayor Sinclair (Guinness) con el rígido Coronel Barrow, que viene
a relevarle en el cargo. Valiéndose de su ascendiente sobre el resto de los
oficiales y la tropa, Sinclair ira urdiendo una cruel tela de araña, donde su
otrora amigo y ahora superior, caerá con trágicas consecuencias.
El papel del atribulado Barrow recae
sobre John Mills, un excelente actor
que en sus primeros años interpretó personajes heroicos, para luego decantarse
por personajes más profundos y sensibles a partir de la estupenda “El déspota” de David Lean. Aquí
compone seguramente la mejor interpretación de su carrera, dando todos los
matices que necesita el angustiado militar. Un papel que en un principio se
pensó sería más idóneo para Guinness, quien finalmente se decidió por el del
sarcástico Sinclair.
Un magnífico dúo interpretativo que
hace que el resto del reparto, aunque excelente, este subordinado a estos dos
grandes mitos de la escena y la pantalla. Sólo por ver tan inolvidables
actuaciones, merece la pena conocer esta ácida tragicomedia, ambientada en la
bella y gélida Escocia.
P.D. Para
captar a la audiencia juvenil intervenía también Susannah York , uno de los sex simbol de su época que aquí debutaba
en el cine, protagonizando poco después la jovial “Tom Jones”.
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