viernes, 16 de mayo de 2014

Ángeles sobre Broadway (1940) Homenaje al hijo del mosquetero.


         Ben Hecht está considerado uno de los mejores guionistas del Hollywood clásico. Periodista en sus orígenes, aprendió en esta profesión el oficio de escritor suelto y conciso que caracteriza a su obra. Su  primer gran triunfo fue con “La ley del hampa” filmada en 1927 por Josef von Sternberg, que le supuso el oscar a la mejor historia. Pero la auténtica pasión de Hecht era el teatro, considerando su participación en el cine como una manera de ganar mucho dinero con poco esfuerzo. Su pieza teatral “The front page” estrenada el 14 de Agosto de 1928, iniciaba su colaboración con el también periodista Charles MacArthur. A lo largo de más de una década, Hecht en solitario o en compañía de MacArthur se hará con un puesto hegemónico dentro de la profesión.

 
         Las adaptaciones de sus obras (Luna nueva 1940) sus guiones originales (Scarface 1932)  o sus brillantes retoques de última hora (Lo que el viento se llevó 1939) obtuvieron un éxito que no alcanzó en su faceta como director. Entre 1934 y 1936 filmó junto a MacArthur cuatro filmes en los estudios Astoria con una libertad creativa total por parte de la Paramount. Realizados casi de forma amateur, ni el público, ni la crítica se interesó por ellos. No obstante uno de ellos “The Scoundrel” recibió el oscar al mejor guion adatado en 1935. Desgraciadamente no he tenido la oportunidad de ver este filme protagonizado por Noel Coward, ni los otros tres de este periodo.
 
 
         Sí que acabo de visionar “Ángeles sobre Broadway” la quinta cinta de Hetch, dirigida esta vez junto al cámara Lee Garmes. La primera vez que trabajaron juntos fue en el debut de Hetch como director Crime Without Passion (1934). Esta vez volverían a unir sus talentos al plasmar en imágenes el texto de Hetch. Garmes ya era conocido por sus magníficas dotes como iluminador, potenciando los claroscuros que daban a sus trabajos un aire muy cercano al expresionismo alemán. Además de sus excelentes trabajos como cámara (El expreso de Sanghai y Scarface ambas de 1932, la primera hora de “Lo que el viento se llevó), Garmes había dirigido algunas escenas de la citada opera prima de Hetch, además de un corto y un filme rodado en Inglaterra junto a Jack Buchanan titulado The Sky's the Limit en 1938.
 
         El trabajo de los reputados cineasta y cámara, da como resultado un filme atípico que se escapa a los estándares del cine de la época. Mezcla de cien negro, drama y ácida comedia, la historia la podíamos calificar como “Fábula moralizante”, ya que consiste en el empeño de tres personajes egoístas y destruidos por ayudar a un hombre dispuesto a suicidarse tras haber cometido un desfalco. Lo que en otras manos hubiera dado lugar a una comedia ligera y bienintencionada, aquí se convierte en un viaje al interior de tres personajes que desnudan su alma, a través de un diálogo sincero y profundo.
 
         No por ello, la cinta que tiene un metraje corto cercano a los ochenta minutos, carece de espontaneidad. Desde su inicio, con una voz en off donde el personaje del jugador de fortuna, comienza a introducirnos en la historia, nos sentimos impelidos a seguir a estos “perdedores” en la rutilante Nueva York, a lo largo de toda una noche.
 
         Los benefactores en cuestión son Bill O´Brian, el más cínico de todos, un jugador de ventaja que sólo al final conseguirá desasirse del egoísmo. Está interpretado por Douglas Fairbanks Jr., quien es también productor asociado del filme. Durante esa noche tan especial conocerá al segundo ángel en cuestión, la bailarina Nina Barona, que dice ser rusa, pero que para O´Brian no pasa de ser “una ramera”. Este fue uno de los primeros papeles importantes de la que sería en poco tiempo reina del estudio Rita Hayworth. Por último el tercero en discordia es un autor dramático, en sus inicios exitoso pero ahora fracasado y alcoholizado.
 
         Yo creo que nadie ha encarnado tan bien a un ebrio en el cine como Thomas Mitchell, que aquí compone una de sus mejores interpretaciones. Su personaje Gene Gibbons, entre los vapores de alcohol, será el impulsor de este salvamento del pobre suicida, al que da vida John Qualen, magnífico secundario que acababa de encarnar dos personajes por los que ha pasado a la historia del cine: El reo de muerte Earl Williams en “Luna nueva” y el desventurado Muley en “Las uvas de la ira”.
 
Todo el elenco raya a gran altura interpretativa, pero yo por justicia quisiera reivindicar a Fairbanks Jr., un actor honesto que aquí consigue a la perfección transmitirnos la ambigüedad moral que conlleva su personaje. Deportista, escultor, pintor, esposo de Joan Crawford, hombre de negocios, soldado valeroso, fue mucho más que el hijo del gran Douglas Fairbanks. Siempre lo recordaré por dos estupendas actuaciones en sendas películas de aventuras “El prisionero de Zenda” rodada en 1937 y “ Gunga Din” dos años más tarde. Cuando poco antes de su muerte, presentó la versión restaurada por Kevin Brownlow y David Gill, de la obra maestra de su padre “El ladrón de Bagdad” aún conservaba su atildado aspecto de galán, con casi noventa años. Pocos días después de que se hayan cumplido catorce años de su desaparición, quiero dedicar esta entrada a su memoria.
 
P.D. En varios momentos del filme suena la célebre canción “Mon Homme” que en 1920 popularizó la célebre artista francesa Mistinguett, escrita por Maurice Yvain
 
 
 
 
 
 

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