lunes, 19 de mayo de 2014

Las voces de la conciencia (1918) El arte narrativo de Cecil B. DeMille

“Las voces de la conciencia” es una película inusual dentro de la filmografía de Cecil B. DeMille. Cuando la rueda en 1918 es un cineasta tremendamente popular en todo el mundo. Ha trabajado con dos de las actrices más famosas de la época Mary Pickford y Geraldine Farrar, en lujosas producciones con un presupuesto mucho  más elevado de lo habitual.
 
Pero había sido un filme rodado en 1915 titulado “La marca de fuego” el que le ganó el reconocimiento de la crítica y de sus colegas como Rene Clair, en un melodrama que relataba como una mujer de la alta sociedad, debe pagar sus deudas de una manera poco ortodoxa con un aristócrata oriental. El dinero también es la base de la aflicción que consume al protagonista de la película que hoy comentamos, más su situación dentro de la sociedad es bien distinta. En este caso John Tremble es un modesto contable en una importante firma, cuyo magro sueldo apenas sirve para mantener el hogar donde reside con su esposa y su madre.
 
 
 
Por una vez DeMille abandona los salones de la alta sociedad, y penetra en el mundo de la clase trabajadora. Al contrario de su coetáneo D. W. Griffith, que en su espléndida “La culpa ajena” narraba una historia desarrollada en los suburbios londinenses, el autor de “Los Diez mandamientos” describe con bastante fidelidad un hogar de la clase media baja, que lucha con las apreturas cotidianas de pagar los recibos del gas, o poder comprar ropa nueva.
 
Disconforme con su situación, empezará a escuchar esas “Voces de la conciencia” al que alude el título del filme. Se representan con imaginativas sobreimpresiones, resueltas con una brillante factura técnica, aunque siempre al servicio de la historia que nos cuenta. Como acertadamente señaló George Cukor: DeMille era ante todo un narrador de historias.
 
Perley Poore Sheehan, autor del relato que da pie al argumento del filme, era un escritor especializado en el género de aventuras. Viajero infatigable en su juventud, como otros muchos escritores, sintió la llamada de Hollywood, donde llegó a dirigir una película. Aunque su labor más destacada fue la de guionista, siendo su aportación más célebre el libreto de “El jorobado de Notre Dame” protagonizado por Lon Chaney. Si el argumento del filme como hemos apuntado en el inicio, puede resultar extraño para su director, en el caso del novelista estaba en las antípodas de una producción centrada en recreaciones históricas, héroes de la jungla o de una primitiva ciencia-ficción.
No obstante, lo más destacado de la película, no es su naturalismo, sino el estupendo ritmo que tiene la narración considerando la fecha en que está realizada. Pese a abordar un tema dramático, no especialmente atractivo, consigue mantener la atención del espectador en su casi hora y media de duración. Además de las citadas sobreimpresiones, De Mille se sirve con acierto de las acciones paralelas, confrontando un matrimonio con una escena de seducción en el barrio chino. Precisamente  la escena ambientada en el “Chinatown”, es casi la única en que el cineasta recurre a una iluminación total, utilizando durante gran parte del filme, la que se llamba “Iluminación a lo Rembrandt” que realza el carácter íntimo que desea transmitir.
 
 
Raymond Hatton realizó un gran papel como el desventurado John Tremble, realizando una actuación contenida, en un personaje que a lo largo del filme, recorre todo un camino de degradación social. Hatton que había comenzado en el cine cómico haciendo pareja con Wallace Beery, tendría una larga carrera como secundario primero en el cine y luego en el medio televisivo. A su lado en el papel de su esposa Jane, Kathlyn Williams también logra una actuación destacada en un periplo que al contrario que el de su marido será ascendente, hasta convertirse en esposa del gobernador del estado. Pionera desde los tiempos de Griffith en la Biograph, su matrimonio con el directivo de la Paramount Charles Eyton, le proporcionó un breve reinado en la Paramount, hasta que en la siguiente década acabara representando a dignas matronas en cintas protagonizadas por Greta Garbo y Joan Crawford.
 
 
La cinta que costó algo más de 72.000 dólares, triplicó su inversión, pese a que algunos críticos necios, la habían descalificado por su complejidad. Pero en general la acogida fue muy favorable, calificándola “Variety” de obra maestra. No seré yo quien haga una aseveración tan rotunda, tan solo afirmo que casi noventa años después sigue conservando la fuerza que caracteriza a su autor, con algunos momentos de lirismo que no desvelo  para no destripar el argumento. Filmada en un contexto, en el que el medio cinematográfico estaba lejos de alcanzar su plenitud narrativa, resiste e incluso supera a muchas obras consideradas mayores, por una crítica que en los orígenes del cine, debería revisar muchos de sus juicios, en ocasiones más preocupada por juicios premeditados que por la sincera visión de los filmes.
 
 
 
Os invito pues a visionar esta fascinante cinta, realizada justo antes de que DeMille convirtiera en  estrella, a uno de los mayores mitos del Hollywood silente ·Gloria Swanson”.
 
 
 
P.D. En el papel de rudo estibador está sobresaliente Noah Beery, estupendo secundario hermano mayor de Wallace.
 
 
 
 
 
 

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