Cuando se es amado, no se duda de nada. Cuando se ama se duda de todo.
Esta magnífica
cita es obra de Colette, una escritora francesa que fue una abanderada
literaria de los derechos de la mujer. Su primer marido no dudó en aprovecharse
del talento de la joven, publicando con
su nombre las tres novelas inspiradas en su infancia. Tras desligarse de su
crápula esposo, emprendió una fructífera carrera literaria, que le llevó a
recibir los más altos honores.
Pero el camino
a recorrer era duro, como siempre lo ha sido para las mujeres. La audaz Colette,
no dudo por eso en emprender las más variopintas ocupaciones, sin por eso dejar
su dedicación a la narrativa. Mientras en su juventud se dedicó al teatro de
variedades por espacio de seis años, a los sesenta no dudó en adentrarse en el
negocio del maquillaje, creando su propia línea de productos. Esto no le
impidió dejarnos una obra fecunda, de la cual Gigi es uno de sus mejores
exponentes.
Colette en su época de actriz
Ya desde 1913
el cine francés empezó a adaptar la obra de Colette. En este caso el filme se
titulaba Claudine, protagonista de las primeras novelas de la autora a las que
hicimos referencia. En 1949 la directora Jacqueline Audryk, adaptó su novela Gigi
por primera vez e inició una serie de adaptaciones a la gran pantalla, entre
las que destaca “Te querré siempre” dirigida por Roberto Rosellini y
protagonizada por Ingrid Bergman.
Colette junto
a la célebre guionista Anita Loos, llevaron Gigi a los escenarios de Broadway. Una
casi desconocida Audrey Hepburn interpretó a la protagonista. Seis años más
tarde, el prestigioso productor de
musicales Arthur Freed pagó la
exorbitada cifra de 87.000 dólares, por los derechos de la obra. Lerner y Loewe
que habían cautivado a los espectadores neoyorquinos con la adaptación musical
de Pigmalyon de Bernard Shaw, bajo el título de My fair lady, se ocuparon del
guión y las canciones. La única negativa que encontró Freed fue la de Audrey
Hepburn, convertida ya en una estrella, a repetir el personaje que había creado
en el teatro.
Arthur Freed
estaba ligado desde un principio al género musical. Escribió las letras
de las canciones que Nacio Her Brown compuso para el primer clásico del género “La
melodía de Broadway” (1929) formando una excelente asociación, que fructificó en
una serie de memorables números, de los cuales el más famoso es sin duda “Cantando
bajo la lluvia”. Responsable de producir los mejores musicales de
Metro-Goldwyn-Mayer, decidió culminar su carrera con esta preciosa cinta. Para
ello volvió a contar con Vincent Minnelli, en ese momento el mejor director del
estudio que ya había rodado con Freed, la legendaria “Un americano en París”
(1951).
Rodada en
París en la calurosa primavera de 1957, el filme contó con el maravilloso vestuario
de Cecil Beaton que recibió el oscar, al
igual que Freed por la mejor película, Alan Jay Lerner por el guión adaptado, E.
Preston Ames , F. Keogh Gleason , Henry Grace , y William A. Horning
responsables de la dirección artística, Joseph Ruttenberg autor de la primorosa
fotografía, la canción Gigi obra de Lerner y Loewe , Adrienne Fazan recibió el
de mejor edición y Andre Previn a la mejor banda sonora. El noveno oscar fue a
parar a Minnelli como mejor director.
Èn la añorada
Belle Epoque paseando por los Campos Eliseos, encontramos a Honoré Lachaille
(Maurice Chevalier), un acaudalado caballero que no deserta de su profesión de
seductor. Él nos presenta a la joven Gigi (Leslie Caron) nieta de Madame
Alvarez (Hermione Gingold) , quien tiene planes para su futuro. A su modesta casa acude
habitualmente Gaston (Louis Jourdan), un joven millonario hastiado de la vida.
Canciones
inspiradas, decorados y vestuario suntuoso, un reparto sugestivo entre los que sobresale
Maurice Chevalier, junto a la exquisita dirección de Minnelli, logran hacer de
Gigi, un gran espectáculo y digno homenaje a la maravillosa novelista francesa.
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