Las películas
en muchas ocasiones son un reflejo de la época en que se realizaron. En 1939 La
frágil salud de las democracias occidentales ante el auge de los totalitarismos
era un hecho. “Juarez” producida por Warner Bross, el estudio más progresista
de Hollywood, más que una biografía de un personaje histórico al uso, es una
defensa a ultranza del sistema
democrático.
William
Dieterle , director alemán de origen judío, había logrado el reconocimiento del
estudio, llevando a la pantalla las vidas de Pasteur y Zola interpretadas por
Paul Muni. Galardonadas respectivamente con el oscar al mejor actor y a la
mejor película, estas producciones históricas, dieron a la Warner, la imagen de
prestigio que hasta entonces se le había negado. En esta nueva oportunidad, la
productora puso a su disposición un generoso presupuesto, con estupendos
decorados, cientos de figurantes y un reparto de campanillas.
Además de Muni
que encarnaba al presidente mexicano, el elenco contaba con un brillante Claude Rains en el papel del autócrata
Napoleón III, el contenido Brian Aherne como el emperador Maximiliano, John
Garfield en la piel del aguerrido Porfirio Diaz y la maravillosa Bette Davis recreando
a la desdichada emperatriz Carlota.
Como dijimos
al inicio, el filme no se centra en la vida personal de Juarez, sino en el
mensaje que personifica. La cinta comienza con el emperador francés, encarnación
de un poder despótico, que traza sus planes con tanta determinación como
inconsciencia. Luego conocemos al flamante emperador, un paternalista monarca
ajeno a los mezquinos intereses que respaldan sus partidarios. Enfrente se
encuentra la legitimidad que representa Benito Juarez, asumiendo con dignidad
los valores democráticos por encima de cualquier otra consideración.
El brillante
guion a cargo de John Huston, Aeneas MacKenzie, y Wolfgang Reinhardt, incide en
el drama humano que padece la emperatriz Carlota, víctima inocente de las
intrigas políticas que acabaran llevándola a la locura. Por otro lado los
suntuosos figurines de Orri-Kelly y la majestuosa música de Erich Wolfgang
Korngold, acaban de rematar la espléndida factura que posee, este lujoso drama
histórico, tan entretenido como a la par profundo.
La popular habanera "La paloma"(1860) obra del compositor Alavés "Sebastián Yradier" es utilizada para realzar los momentos romáticos del filme
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