El final de la
gran guerra, dio como resultado la proliferación de filmes con mensaje
pacifista. Las imágenes que presentaban los noticiarios, de grandes cementerios
conmemorativos, cuajados de cruces en el corazón de la vieja Europa,
impresionaron vívidamente al público norteamericano.
Incluso antes
de que los Estados Unidos entraran en la contienda mundial, Thomas H. Ince
había dirigido “Civilización” (1916) una fábula alegórica que condenaba los
horrores de la guerra. Las exitosas producciones “El precio de la gloria”
(1926) de Raoul Walsh y “Cuatro hijos” de John Ford también se acercaron al
tema, aunque solo “El gran desfile” de King Vidor consiguió dotar de un clima
realista al horror padecido por los soldados. No obstante sus buenas
intenciones, estas brillantes películas, no dejaban de ser cintas románticas
donde la comedía y el sentimentalismo, aguaban el predecible final feliz.
El Vossische
Zeitung era un periódico berlinés que llevaba publicándose con algunos cambios
de nombre desde 1618. Primera cabecera de Berlín durante buena parte del siglo
XIX, en los azarosos tiempos de la República de Weimar, su ideología liberal,
había perdido influencia, ante los cantos de sirena de los movimientos
extremistas. En este clima tan
controvertido, no es de extrañar que su
director acogiera con reticencia el publicar por entregas, una novela titulada
originalmente Im Westen Nichts Neues, a condición de que ningún lector
protestara.
Tras la
abrumadora acogida por parte de los lectores, su posterior publicación en forma
de libro, logró vender solo en Alemania más de millón y medio de ejemplares.
Cifra que aumentó considerablemente al ser traducida de forma casi inmediata a
numerosos idiomas.
El autor de
tan celebrado éxito editorial, Erich María Remarque, había desempeñado toda
suerte de oficios, logrando destacar hasta entonces como cronista deportivo.
Este desempeño periodístico le permite ir adquiriendo el estilo ágil y conciso
que será determinante para el éxito de la novela. Articulada como si de un
dietario se tratase, a lo largo de estos doce capítulos logramos el veraz
retrato de un joven alemán, que impulsado por las exaltaciones patrióticas de
sus profesores, se alista en el ejército. Inspirado en sus propias experiencias
en el frente, donde sirvió a lo largo de dos años, este crudo relato difería
totalmente de las exaltaciones militaristas que tradicionalmente impregnaban
este tipo de narraciones.
El joven Carl Laemmle, jefe de producción de los
estudios Universal, decidió comprar los derechos cinematográficos. Puso al
cargo de la dirección a Lewis Milestone, un acreditado director ganador del
el oscar a la mejor comedia por la divertida cinta de aventuras “Hermanos de
armas” (1927) y realizador de la sugerente cinta de gangster “La horda” (1928) dos
de las primeras incursiones en el cine del magnate Howard Hughes.
Maxwell Anderson
que había escrito junto a Laurence Stallings, la pieza de Broadway “El precio de
la gloria” a la que aludimos al principio por su adaptación al cine, fue el responsable
junto a Milestone del guion de la
película. Su postura públicamente pacifista
había resultado determinante para ser el elegido. La cinta que contó con un
espléndido presupuesto, algo poco habitual en una productora especializada en
filmes de género, contó con técnicos avezados que permitieron a Milestone
utilizar de forma imaginativa el sonido.
En cuanto al
elenco de actores, el papel principal recayó sobre Lew Ayres, un novel actor que hasta entonces había hecho
papeles secundarios. El mensaje anti belicista que impregnaba su personaje, le marcó
tanto que decidió ser objetor de conciencia. Relegado a producciones de serie B
encarnando al Doctor Kildare, fue el papel de otro médico en la notable “Belinda”
el que le otorgó la nominación al oscar. No obstante esa actitud contraria a la
guerra, fue el motivo de que su carrera no adquiriera más altos vuelos.
Galardonada
con el oscar a la mejor película y al mejor director, ochenta años después de
su estreno, sigue siendo uno de los puntales de la historia del cine. Uno de
los retratos más despiadados de esa gran tragedia humana que es la guerra. Su
enorme repercusión convirtió a Remarque en una celebridad mundial, exiliado de
Alemania tras la irrupción del nazismo, residió primero en Francia y luego en
Estados Unidos, hasta instalarse
definitivamente en Suiza continuando una brillante carrera, no obstante
eclipsada por el grandioso éxito de su primera novela.
Esta magistral
adaptación del texto de Remarque, contiene un lírico final que enriquece el de
la narración original:
Cayó en octubre de 1918, un día tan tranquilo, tan quieto en
todos los sectores, que el comunicado oficial se limitó a la frase:
«Sin
novedad en el frente».
Había caído boca abajo y quedó, como dormido, sobre la tierra.
Al darle la vuelta pudieron darse cuenta de que no había sufrido
mucho. Su rostro tenía una expresión tan serena que parecía estar
contento
de haber terminado así.
Dos curiosidades: Ese mismo año el realizador alemán Pabst dirige una cinta titulada "Cuatro de infantería" con un argumento tremendamente similar. La segunda es que al estar el cine sonoro recién implantado, también se filmó en versión muda con acompañamiento musical sincronizado.
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