Las carpas
constituían en las primeras décadas del siglo XX, la principal forma de
diversión para las clases populares mexicanas.
Surgidas al albur de la revolución mexicana, una época conflictiva que
obligó a los circos a prescindir de sus animales, al no tener con que alimentarlos,
con el tiempo acabaron siendo una mezcla de teatro y salón de baile. Mientras
la ruidosa orquesta entona las danzas más exitosas que bellas vedettes
ejecutan entre el entusiasmo del público, sale a escena un cómico vestido
estrafalariamente que empieza a utilizar un lenguaje delirante.
Esos son los
orígenes del cómico más famoso de habla
hispana, las modestas carpas teatro donde se forjó un personaje convertido en
icono del cine mundial. Tras una serie de papeles de lo más variopinto a lo
largo de los años treinta, fue en unos populares cortos donde representó en las
pantallas por primera vez a Cantinflas. En 1940, su interpretación de
Cantinflas, como personaje secundario de una comedia que encabezaban Joaquín Pardavé y Sara García “Ahí está el
detalle", logró el reconocimiento del público eclipsando a los actores
protagonistas.
Siguiendo el
ejemplo de su admirado Charles Chaplin, Mario Moreno decidió formar junto a su
amigo Jacques Gelman la productora Posa films, con lo que se aseguró el control
artístico de su carrera.
Paralelamente
se produce en su país la llamada edad de oro del cine mexicano, donde la figura
de Emilio Fernández logra el reconocimiento de la crítica mundial. Pero son los
dramas sociales de Ismael Rodríguez y las cintas de charros, las que llenan las
butacas de los cines. Estas últimas conforman un género híbrido mezcla de
western y comedia musical, que llevó su fama fuera de las fronteras mexicanas,
gracias a la voz y presencia de charros cantores de la talla de Jorge Negrete y
Pedro Infante.
En la España
de postguerra, aparte de las omnipresentes producciones norteamericanas, las
cintas foráneas más populares eran las protagonizadas por Negrete, tan solo
superado por las de Cantinflas.
La afición de
Mario Moreno a satirizar diferentes géneros ya se había producido desde sus
inicios en las carpas, donde realizaba versiones cómicas de las cintas
americanas más populares del momento. También en sus primeros filmes tenemos
ejemplos de adaptaciones tan chocantes como “Los tres mosqueteros” (1942) y la
mucho más lograda “Romeo y Julieta” (1944), donde interpretaba a un ruletero
(taxista) fortuitamente involucrado en la representación del drama de
Shakespeare. Para cuando acomete la parodia de las cintas de charro, el cómico
mexicano se halla en plena madurez, ya alejado del personaje de peladito
de suburbio, pero manteniendo su irónica y genial verborrea.
Sin la estructura
deslavazada de sus primeras cintas, ni el empalago sentimental de la etapa en
color, “El siete machos” es una muy divertida comedía escrita por Luis Alcoriza
donde Cantinflas interpreta a dos gemelos separados al nacer, uno es el ingenuo
peón Margarito, el otro el bandido benefactor conocido como siete machos. Una
cinta cuya única pretensión es hacernos reír, y a fe mía que lo consigue.
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