Por lo general
las películas de aventuras, tienden a simplificar el contexto histórico en el
que se situan, utilizándolo como mero decorado en el que desarrollar las
peripecias de sus valientes personajes. Un ejemplo palmario es Scaramouche, una
de las obras más cuidadas de Rafael Sabatini, ambientada en el periodo
inmediatamente anterior al estallido de la revolución francesa. Mientras en la
versión muda se seguía fielmente la novela, en la más conocida cinta de George
Sidney que tan gallardamente interpretó Stewart Granger, la peripecia histórica
queda reducida a lo mínimo, sin por eso dejar de ser un excelente ejemplo del
género.
Esta
circunstancia no sucede con “El capitán de Castilla”, basada en una estupenda
novela de Samuel Shellabarger, publicada el año anterior. La adaptación corrió
a cargo del estupendo guionista Lamar Trotti, un magnífico escritor, que pese a
su temprana desaparición (51 años en 1952) proporcionó los guiones de obras
maestras indiscutibles. (“Cielo amarillo”, “El joven Lincoln”, “Incidente en
OX-Bow”,”El filo de la navaja”). Gran amante de la historia, Trotti recrea con
verosimilitud esa España de comienzos del siglo XVI en ciernes de conquistar un imperio.
La acción que arranca
en Jaén, nos presenta la bucólica
existencia de Pedro De Vargas (Tyrone Power), un joven hidalgo que por culpa de
los celos y la codicia de Diego De Silva (John Sutton), verá como su vida se
derrumba. El déspota cacique que no puede olvidar la afrenta que le causó Pedro
cuando salió en defensa de su esclavo indígena y protegió a la bella campesina
Catana (Jean Peters), consigue con su
influencia, que la inquisición detenga a la familia De Vargas acusándola de
herejía. En el transcurso de los interrogatorios, la hermana pequeña de Pedro
fallece. Gracias a un extraño aventurero, Juan García (Lee J. Coob), consigue
liberar a los suyos y apuñalar al pérfido De Silva, dándole por muerto.
Huyendo de la
justicia, embarca rumbo al nuevo mundo junto al aventurero y la hermosa Catana,
que ama desesperadamente a Pedro, a sabiendas de que este por su condición nunca
se casará con ella. Cuando llegan a Cuba, todo se está preparando para la
conquista del imperio de los aztecas.
Filmada en
glorioso Technicolor, en las exactas localizaciones donde se produjo el inicio
de la conquista de México, la cinta del prestigioso Henry King, que ya había
dirigido a Power en siete ocasiones, es un retrato complejo de la época que nos
ocupa. Sus personajes no son unidimensionales, sino que se debaten en lucha
contra sus demonios internos, en busca de una libertad de la que no pueden
disfrutar en su patria. El propio personaje de Cortés, uno de los pocos papeles
importantes de Cesar Romero fuera de las cintas de serie B, esta tratado con
una serie de matices poco habituales en una cinta de estas características.
Todas estas
premisas, no deben hacer olvidarnos que se trata de un estupendo filme de
aventuras, con las suficientes dosis de acción y romance para convertirla en
una indiscutible obra maestra del género. Pese a su larga duración cercana a
las dos horas y media, el sentido de la narración de King, logra que
disfrutemos con intensidad, este capitán de Castilla en la piel de un
maravilloso Tyrone Power. El junto a una aguerrida Jean Peters y el siempre
magnífico Lee J. Coob protagonizan esta fantástica epopeya, a la que acompaña
una fantástica banda sonora de Alfred Newman.