La película comienza con la imagen de
varios soldados tendidos sobre el suelo.
En derredor de ellos se ven unas piernas
que van de un lugar al otro, al agacharse buscando algo de comida, vemos por
vez primera a Serguei, un campesino de mente algo retrasada. Observándole entre
los setos se halla una hermosa campesina, que le pide ayuda para cruzar las líneas
y llegar a la ciudad de Novokursk. Haciéndose pasar por matrimonio logran pasar
el primer retén, pero cuando llegan exhaustos a una cabaña, son interceptados
por soldados revolucionarios, que ante la blancura y suavidad de las manos de
la campesina, sospechan de su identidad. Torturan al pobre Mujik, pero este se
mantiene fiel. En esos instantes llegan tropas del ejército blanco que ponen en
fuga a los soldados soviéticos. En ese instante la hermosa desconocida revela
su identidad, es una Condesa que traslada papeles de alta importancia para el
alto mando.
La turbulenta revolución que
desembocó en una guerra civil en Rusia, fue reflejada asiduamente en los
últimos años del cine mudo. Numerosos filmes, algunos tan célebres como “La última orden” de Josef von Sternberg,
que proporcionó el oscar a Emil
Jannings, interpretando a un ex General ruso reconvertido en actor de
Hollywood, la estupenda cinta de Walsh que reseñamos hace un par de días “The red dance” (http://ramonnovarr.blogspot.com.es/2014/03/the-red-dance-1928-homenaje-dolores-del.html)
con Dolores del Río y la epopeya de Cecil B. De Mille “Los bateleros del Volga”.
Quizás con la excepción del filme de Sternberg, estas cintas no reflexionaban
sobre el hecho histórico , sino que utilizan tan dramáticos sucesos como romántico
telón de fondo para una historia de amor en la mejor tradición de Hollywood.
Algo habitual también por cierto en el periodo sonoro, al fin y al cabo, Doctor Zhivago de Lean no se sale en
exceso de la fórmula anteriormente citada.
Volviendo a la película que nos ocupa,
“Mockery” título original de la cinta, que en castellano podría traducirse como
“Burla”, es una de esas cintas tan masacradas por la crítica, que tengo a bien
sacar de vez en cuando a la palestra. Fue la segunda película de Benjamin Christensen en Hollywood, tras
“El circo del diablo” protagonizada
por Norma Shearer. El director danés
se había hecho famoso por “Haxan, la
brujería a través de los tiempos” que es lo que hoy llamaríamos un
Docu-drama, donde exponía las supersticiones y torturas que en épocas pasadas
habían hecho creer en las brujas, utilizando imágenes oníricas y en ocasiones
sexualmente explícitas. Tras su paso por Alemania, llegó contratado por MGM que
le puso en dos vehículos diseñados para el lucimiento de dos de sus mayores
estrellas.
En este caso Lon Chaney era el protagonista absoluto de la cinta. Pese a las
sugerencias del estudio, Chaney en este caso matizó bastante su maquillaje, no
quería encasillarse en truculentos personajes de terror. Precisamente ese era
el título que originalmente tenía la cinta en pre producción, que luego fue
sustituido por el mucho más acertado de burla. Una burla de la que será objeto
el ignorante mujik, por la altiva condesa a la que da vida la bella Barbara Bedford. Esta intérprete hoy es
recordada por su actuación en dos de los western más conocidos del cine mudo “El último de los mohicanos” de Touneur y “El
hijo de la pradera” junto al cowboy más
popular hasta la llegada del sonoro, William
S. Hart. El tercero en discordia un oficial zarista estaba interpretado por
Ricardo Cortez, hoy casi olvidado
pero que en los últimos años de la década de los veinte y especialmente en la
primera época del cine sonoro, gozó de gran popularidad, protagonizando la
primera adaptación de “El halcón maltés”.
Como explicaba amenamente Terenci
Moix en su estupenda “Gran historia del cine” publicada coincidiendo con el
centenario del cinema, desde las páginas de “Blanco y negro”, Cortez fue el más
falso de los “latin lover” que en aquella época pulularon por Hollywood. Nacido
en Nueva York de ascendencia austríaca, fue rebautizado por los directivos de
la Paramount que en su apostura presagiaron un sustituto de Valentino.
Pese a no tener el gran éxito de su
primera cinta americana, “La novela de un mujik” cuadruplicó su magra
inversión, pese ya hemos dicho al desfavorable juicio de la crítica. Pero es que
entonces como hemos dicho Chaney era uno de los actores más populares del cine,
y la película vista hoy en día sigue siendo un bello melodrama, resuelto en
ocasiones con una mirada poética poco habitual en el cine comercial yanqui. El
momento en que Serguei descalza las botas de la bella condesa y empieza a lavar
sus pies con una exquisita delicadeza, es uno de esos instantes en que puedes
ver la mano de autor del realizador danés, consiguiendo más a través del
sentimiento que de la audacia técnica, conmover el corazón del espectador.
Con este pequeño homenaje quiero recordar a un gran director
que desgraciadamente no es tan reconocido como debiera, y que dirigió algo más
que Haxan.