No es la primera película de Henry King que viene a este blog y
desde luego no va a ser la última. Su excelente y diversa filmografía contiene
estupendos ejemplos de los géneros más destacados del cine. Aunque en los
últimos tiempos, menos frecuentado por el creciente laicismo de la sociedad
occidental, el cine religioso siempre estuvo presente en las pantallas. Las
diversas vidas de Jesús rodadas en los albores del nuevo medio, son testigo de
ello.
Con el paso del tiempo, la temática
sagrada fue despojándose de la reverente y estática mirada inicial. Una
tendencia más naturalista de afrontar a los personajes religiosos puede
observarse en la poca conocida cinta de Julien
Duvivier “Gólgota” filmada en 1936, una cinta fascinante de la que espero
ocuparme en breve. Siete años después el propio King ofreció una imagen
naturalista en su magnífica recreación de la santa de Lourdes “La canción de Bernadette”. El realismo
de sus imágenes, estaba muy alejado de las típicas imágenes de estampita tan
recurrentes.
A partir de la década de los
cincuenta, la Twenty Century Fox fue la productora que más filmes religiosos
rodó, potenciando sus características épicas tan oportunas para resaltar el
flamante cinemascope. En su mayoría son producciones espectaculares tan
entretenidas como poco complejas. Una moda que siguieron otros estudios con
mayor o menor fortuna, dado la excelente acogida que solían recibir por parte del
público.
A diferencia de la mayoría de estos
títulos “David y Betsabé”, es una producción que pretende presentar a los
personajes del Antiguo Testamento, como seres de carne y hueso, con sus
debilidades y su grandeza. La elección del rey David, unificador de la nación
israelita e inspirador de muchos de los salmos de la liturgia hebrea y cristiana,
resultaba perfecta, por su compleja experiencia vital.
La mirada del guionista Philip Dunne, se centra en el más
famoso episodio de su vida, la historia de amor entre el famoso rey y Betsabé
esposa de uno de sus mejores guerreros. Una pasión que se culmina, cuando el
poderoso monarca, ordena a su fiel general que ocupe la vanguardia del
ejército, asegurándose así su muerte en combate. Como consecuencia de ello, la
ira de Dios se volcará sobre Israel y los nuevos esposos.
Pero a diferencia de otros
acercamientos más rudos, la película retrata el amor de ambos no como algo
impío, sino hermoso y natural. Y el profeta Datán, acertadamente interpretado
por un colérico Raymond Massey, como
un fanático que interpreta de la manera más dura el mensaje de Dios. Un bello
flash back que rememora los orígenes de David, siendo un muchacho enfrentándose
al gigante Goliat, antecede a un hermoso final de reconciliación y perdón.
Sin eludir que se trata de una
producción de gran formato, fotografiada en maravilloso Technicolor por Leon Shamroy, el filme tiene un aspecto
sobrio que huye de la vacua grandiosidad. La hermosa pareja protagonista
conformada por Gregory Peck y Susan
Hayward, encarna a las mil maravillas a los legendarios amantes,
brindándonos una estupenda actuación para nada acartonada.
Si os asustan los filmes de esta
temática, me gustaría que le dierais una oportunidad a esta hermosa cinta de
King, un director que en mi modesta opinión, siempre colocaré entre los más
grandes.
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