Los Estudios
Ealing produjeron entre 1947 y 1956 una serie de comedías satíricas, que
lograron un éxito que traspasó fronteras. El concepto actual que gran parte del
público tiene del “humor británico”, procede en gran parte del legado que
aquellas cintas dejaron. Uno de mis títulos preferidos es “ Pasaporte para
Pimlico” dirigida por Henry Cornelius en 1949. El cineasta autor también de la
excelente “Genoveva” vivió demasiado
poco para tener una carrera de más envergadura.
Nacido en 1913
en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, Cornelius
hizo su debut como director con esta comedia. Una película inspirada
ante todo por el talento de T.E.B.
Clarke, el guionista más talentoso de los estudios. Provisto de una gran
inventiva, también era extremadamente meticuloso a la hora de documentarse.
Buscó cuidadosamente un precedente
histórico que pudiera encajar al propósito del argumento de la cinta. Y lo
halló en la figura de Carlos el Temerario, duque borgoñón fallecido en la
batalla de Nancy en 1477. ¿Qué hubiera pasado si hubiera sobrevivido a la batalla,
ya que su cuerpo hallado tres días después en parte comido por los lobos, nunca
ofreció garantías de ser el suyo? Según la fantasía urdida por Clarke, el
bisabuelo de nuestro Carlos V, había huido a Inglaterra aliada de Borgoña,
donde se le había proporcionado un pequeño principado y un tesoro acorde a su
condición.
El tesoro
aparece repentinamente al detonarse una bomba en el popular barrio de Pimlico.
Aún las heridas de la pasada guerra están muy frescas en el paisaje ciudadano.
Como envuelto en el vapor de una ola de calor sin precedentes que asola
Londres, aparece el mítico tesoro. Cuando las autoridades del estado quieren
disponer de él, los vecinos se enfrentan arguyendo un antiguo documento histórico
que daría carta de independencia al barrio. La sostenedora de los derechos
históricos es una magistral Margaret
Rutherford, en el breve pero imprescindible papel de la profesora
Hatton-Jones.
El tendero Arthur
Pemberton, se erigirá como líder de los vecinos de Pimlico. Un Stanley Holloway en estado de gracia,
que encabeza un reparto sin grandes nombres, pero que cumple su cometido
estupendamente. Una galería de personajes inolvidables que van desde el empleado
de banca, al pretendido actual duque de Borgoña que pronto empezará a cortejar
a la hija de Pemberton.
Todos logran
hacer que los ochenta y cuatro minutos que dura la película, se nos pasen en
un vuelo. Si todavía no conoce el
encanto de las comedias rodadas en los estudios Ealing, se está perdiendo una
de las experiencias más gozosas que le puede proporcionar el cine.
P.D. Según algunas fuentes se
cita como germen de la idea de la cinta, el que durante un tiempo la sala de
maternidad del hospital civil de Otowa, fuera declarado lugar extraterritorial,
para que cuando naciera la princesa Margarita de Holanda, no perdiera sus
derechos al trono.
No hay comentarios:
Publicar un comentario