Nadie pone en
duda que el granítico rostro de Charlton
Heston, que parece esculpido a cincel, era el más apropiado para
representar épicos personajes
históricos. Pese a que su
intervención en la cinta es secundaria, nadie mejor que el para encarnar la
figura del presidente Andrew Jackson. Un personaje que ya había encarnado en el
melodrama de Henry Levin “La mujer
marcada” con la hermosa Susan Hayward.
Aquí la acción
se retrotrae a 1812, cuando los británicos pretenden recuperar sus perdidos
territorios. Al frente de un menguado ejército está el General Jackson, que
debe buscar el apoyo de un corsario francés llamado Jean Lafitte y así hacer frente al enemigo común. El famoso
bucanero, que es el auténtico protagonista del filme, es una de las figuras más
controvertidas y enigmáticas que cualquier historiador se pueda tropezar. No se puede afirmar con exactitud ni su
nacimiento, ni tampoco la fecha de su muerte para la que hay versiones
contrapuestas. Sus orígenes presuntamente sefardíes, su odio a las potencias
represoras de Inglaterra y España, todo está envuelto en una nebulosa. Porque también
hay informes que atestiguan por ejemplo que estuvo contratado por los
españoles, durante algún tiempo. Hasta su intervención en la famosa “Batalla de
Nueva Orleans”, se sostiene tras evidencias bastante endebles.
Lo cierto es
que el aura romántica del personaje ya inspiró al poeta Lord Byron. En el siglo XX el escritor de Nueva Orleans, Lyle Saxon, publicó una novela en 1930
sobre el personaje. Ocho años después Cecil
B. De Mille, llevaría la novela al cine con un reparto encabezado por Frederic March, Akim Tamiroff, Walter
Brennan y un joven actor llamado Anthony
Quinn. La película se convirtió en uno de los mayores éxitos del director y
una de las cintas a las que tenía más cariño.
Casi veinte
años después, tras la impresionante “Los diez mandamientos”, De Mille decide
poner en marcha una nueva versión. Para ello cuenta con los dos protagonistas
de su último gran éxito. Las habilidades musicales de Yul Brynner por un momento, parecen encauzar el nuevo proyecto
hacía el género musical. Una solución que pronto será desechada tanto por Brynner
como por el propio director, decidiéndose al final por que siguiera siendo un
relato de aventuras, sin otros aditamentos.
Mas la salud
de De MIlle ya muy debilitada, le imposibilita llevar a buen puerto el
proyecto. Será su yerno Anthony Quinn que como vimos ya intervino en la primera
versión, el encargado de dirigirla y su amigo Henry Wilcoxon será el productor. Rodada en parte en escenarios
naturales de Lousiana, cuenta con una maravillosa fotografía en Technicolor y Vistavision, además de
una maravillosa partitura a cargo de Elmer
Bernstein.
Pese a la peluca, Brynner convence en su papel del corsario,
un hombre galante al par que intrépido, que tiene una historia de amor fou con
la bella Inger Stevens. La actriz
sueca rodaba con esta su tercera cinta, tras una dilatada experiencia en la
televisión. Aquí encarnaba a Annette Claiborne, hija del gobernador de Louisiana
y amor imposible de Lafitte. Aunque a decir verdad en la vida real, Anette no
era hija sino esposa del mandatario. Claire
Bloom interpreta a Bonnie Brown, criada entre los piratas y que ama en
silencio.
Por último
dejo al gran Charles Boyer.
Reconozco que el actor galo es una de mis debilidades. Y este papel de Dominique
You, lugarteniente del capitán, le viene como anillo al dedo. Su soltura al
dibujar a este pícaro de buen corazón me encanta. Con todo la cinta no salió
todo lo redonda que cabía esperar, en parte porque Quinn no era un talentoso
director como su suegro. Pese a todo el cineasta logró encauzar el resultado
final, logrando una maravillosa cinta de aventuras, con la que me estremezco
cuando suena la música de Bernstein y la nave pone rumbo a mares ignotos.
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