Me sorprende
cuando muchas personas se escandalizan ante el trato que en los países
occidentales damos a los perros. Cuantos se quedan con el estereotipo del
animal de pura raza, llevando un modelito de alta costura a juego con el de su
dueña. Pero que permanecen impasibles ante el drama de muchos canes carentes de
ningún pedigrí, para quienes seguir con vida un día más supone un triunfo.
Es por tanto
totalmente lógico que Chaplin, que con su mundialmente famoso personaje del
vagabundo había cogido la bandera reivindicativa de los más débiles, sintiera
gran afinidad por un pobre chucho callejero. El vagabundo que nada tiene, hará
todo lo posible para que no le falte de nada a su nuevo amigo. El fiel animal recíprocamente
logrará algo que hará que cambien sus vidas.
Primera
producción con la Firts National,
este corto demuestra la absoluta maestría alcanzada por Chaplin. Un auténtico
creador que dispensa a su obra toda la sabiduría adquirida a lo largo de cinco
años haciendo películas en la vieja California. Aunque el humor físico siga
presente, con escenas de gran hilaridad, su obra ha ido adquiriendo un poso
tragicómico cada vez más acentuado. Su historia de amor con una inocente
muchacha (Edna Purviance) que
intenta ejercer de cabaretera para sobrevivir es conmovedora.
El cambio de
rumbo en la carrera de Chaplin había
sucedido un año antes, durante la etapa del cómico inglés en la productora Mutual, con títulos tan sobresalientes
como “La calle de la paz”, “Charlot
emigrante” y “El aventurero”. En esos cortos el vagabundo se transforma de
pícaro en héroe romántico, frente al tema amoroso que tiende a idealizarse, el
trasfondo social por el contrario se muestra con más verosimilitud.
Igual de
vívidas son las escenas que el cómico protagoniza con el perrito. El chucho que
en la cinta recibe el nombre de Scraps, realmente se llamaba Mut. La historia de este can merece ser
contada. Cuando empezaron el rodaje de la película, Chaplin desestimó la
intervención de perros entrenados, aduciendo que llevaban una vida regalada y
no sabrían captar lo que era luchar por un hueso. Así que decidió quedarse con
veinte perros de la perrera de Los Ángeles. Uno de esos animales callejeros era
Mut, que ganó la partida al resto de sus compañeros. Chaplin quedó tan
encantado de su actuación, que decidió convertirle en mascota oficial del
estudio y utilizarlo en próximas películas.
Por desgracia,
eso no sucedió. Cuando Chaplin tuvo que abandonar Hollywood, durante una gira
para vender bonos de guerra, Mut que tan apegado estaba a él, dejó de comer y
beber sumido en la pena. Falleció poco antes de que el cómico regresara, se le
enterró en los estudios con una pequeña lápida que ponía : "Mut, died
April 29th - a broken heart".
Su obituario se publicó en
revistas cinematográficas, como la gran estrella que era. Casi cien años
después de su fallecimiento Mut sigue emocionándonos y divirtiéndonos, algo que
muchos de nosotros no creo que logremos nunca.
P.D. Una vida de perro, junto a “El
peregrino” y “Armas al hombro” conformaron un recopilación titulada (The
Chaplin Revue) que se estrenó en 1959, a la que Chaplin añadió una nueva
partitura musical y comentarios hablados.
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