Siempre que
pienso en esta película, me viene a la mente su evocadora música que no puedo desasociar
de la ciudad de Venecia. Para mí que
jamás he visitado la maravillosa ciudad italiana, esta melodía siempre será
Venecia, al igual que las imágenes de esta cinta evocaran en mi corazón el
sentimiento de soledad.
Porque la
soledad es la principal protagonista del filme. La última realización de David Lean antes de embarcarse en sus
gigantescas epopeyas, es la historia de
una secretaria de mediana edad llamada Jane Hudson, que ha ahorrado durante
años, para poder visitar Venecia, la ciudad del amor. Pero cuando llega
descubre, que por muy bello que sea un lugar, la soledad no es la mejor de las
compañías. Es entonces cuando de repente llega el amor. El convulso sentimiento
que viene a sustituir su apacible y aburrida existencia.
Katherine Hepburn llevaba dos años sin
aparecer en las pantallas. Encarnando este maravilloso papel volvió a ser
nominada al oscar a la mejor actriz. Nadie como ella para poder expresar toda
esa gama de sentimientos que la protagonista experimenta a lo largo de la
película. A su lado su paternaire Rossano
Brazzi, hace lo que puede por estar a la altura de las circunstancias.
El actor italiano llevaba también una larga
carrera tras sí desde que empezó de galán en las películas del periodo fascista. En una
de ellas “Tosca” que empezó a
dirigir Jean Renoir, compartía
cartel con Imperio Argentina.
Enrolado en la resistencia, cuando los alemanes quisieron obligarle a realizar
películas propagandísticas, se negó a ello. Involucrado en acciones
humanitarias, fue detenido por las S.S. Afortunadamente parece que ante la inminencia
de la entrada de los aliados en Roma, la pena de muerte quedó sin efecto. Luego
le llegó la oportunidad de debutar en Hollywood con el papel del profesor Bauer
en “Mujercitas”. Su incapacidad con
el inglés fue la causa de su fracaso. Así paso seis años hasta que una nueva
oportunidad en la cinta romántica de Jean Negulesco, “Creemos en el amor”, le devolvió el éxito que tanto ansiaba. A
partir de entonces se hizo muy popular en los papeles de galán europeo.
David Lean con
esta tragicomedia volvía a rodar en color, circunstancia que no hacía desde dos
de sus primeras cintas “La vida manda” y “Un espíritu burlón”. En esta ocasión utiliza a las mil maravillas
el trabajo de Jack Hildyard,
fotógrafo con el que ya había trabajado y que anteriormente había deslumbrado
por su uso del color en “Cesar y
Cleopatra” con la bellísima Vivien
Lehig. En 1958 recibiría su único oscar por su trabajo en “El puente sobre el rio Kwai” de nuevo
con Lean.
Y quiero
acabar este post como lo empecé. Recordando la maravillosa música de Alessandro Cicognini. Uno de los
compositores más prolíficos del cine italiano, con partituras tan emblemáticas
como “Ladrón de bicicletas” y “Estación
Termini” ambas de Vittorio De Sica. Un intenso trabajo que ha quedado
difuminado ante el éxito de “Summertime
in Venice” que convertida en canción, gozó de multitud de versiones, entre
las que destacaría la protagonizada por los violines encadenados de Mantovani. Al talento de tantos y
tantos músicos, que con sus partituras han hecho mucho más bellas las
películas de nuestra vida, va dedicado este post.
P.D. El argumento está basado en
una obra teatral de Arthur Laurents, un autor norteamericano autor de piezas
que han inspirado títulos tan famosos como “La soga” , “West Side Story” y “Tal
como éramos”. En 1965 se convirtió en musical.
AMOR SIN EXPLICITAR NADA ...
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