sábado, 19 de octubre de 2013

La casa de té de la luna de agosto (1956) La evangelización laica


En muchas ocasiones una novela de éxito ha sido trasladada al teatro y posteriormente al cine. Este es el caso de “La casa de té de la luna de Agosto” una divertida sátira sobre la americanización de la costa japonesa tras la segunda guerra mundial.

A la isla de Okinawa llega destinado el Capitán Philby (Glen Ford), un pedacito de pan, que debe instruir a los nativos de la aldea de Tobiki  sobre los beneficios de la democracia moderna. Cuando observa la paz que rodea a la comunidad, decide adoptar sus hábitos y costumbres. Pero su intolerante jefe el capitán Purdy, le exige que construyan en el pueblo una escuela en forma de pentágono.  Más lo que realmente desean sus habitantes, es tener una hermosa casa de té, donde una bella Geisha aleccionará a sus mujeres sobre los secretos de la seducción.

Contraviniendo las órdenes, el capitán decide escuchar a los nativos. Lograran su empresa utilizando las maderas que el gobierno mandó para construir el colegio y fabricando alcohol de patata para venderlo a los soldados yanquis.

Utilizando como recurso un humor amable y completamente blanco, es evidente la crítica al paternalismo occidental cuyas acciones son un absoluto desprecio por las culturas autóctonas.

Ejercerá como maestro de ceremonias de esta admirable función Sakiny, al que da vida Marlon Brando, un personaje digno de la novela picaresca española que intentará ayudar a los demás ayudándose a si mismo.

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