jueves, 13 de febrero de 2014

El hijo de la furia (1942) Homenaje a John Cromwell.

A veces la crítica tanto profesional, como la que ejercemos los legos gracias al invento maravilloso de los blog, parece caracterizarse por el seguidismo a una consigna. Si en una de estas publicaciones vemos una crítica adversa para una película, las probabilidades de que ese juicio se repita en la mayoría de ellos, son muy altas.
En ocasiones la cinta es tan mala, o buena, que es muy lógico que esto ocurra. Pero hay en ocasiones que no encuentro lógica para sostener ciertas afirmaciones.    Cuando me propuse hacer un breve recordatorio de esta típica película de aventuras, me extraño el abundante número de páginas que versaban sobre ella. Por lo general cuando veo tanto material, suelo decidirme por no incluirla en el blog, cuya misión principal es descubrir un tipo de cine no muy frecuentado. Pero cuando descubrí las poco entusiastas valoraciones que sobre la película se hacían, cambié de opinión.

Ante todo debo decir que siento gran admiración por la obra del director John Cromwell, al que quizás no daría la categoría de autor, pero que tampoco puedo calificar de artesano impersonal. La mayoría de sus películas tienen una factura impecable y poseen un estupendo ritmo narrativo. Desde sus primeras producciones para RKO en las que destacaría los comprometidos para su época melodramas “Ann Vickers” y “Cautivo del deseo”, basados en obras de Sinclair Lewis y Somerset Maugham respectivamente, hasta uno de sus últimos éxitos la fantástica “Ana y el rey de Siam” la filmografía de Cromwell posee un nivel más que notable.



Es una pena que el uso excepcional del Technicolor en la época, impidiera al igual que la anterior “El signo del zorro” su uso. Hubiera sido maravilloso para esta película que para mi está por encima de muchas otras cintas de aventuras contemporáneas. Sin querer dar nombres, diría solamente que resiste perfectamente la comparación con otras obras de Curtiz, King o Walsh.



El mismo año de su publicación, Twenty Century Fox compró los derechos de la  última novela de Edison Marshall “La historia de Benjamin Blake”. Un autor de novelas tremendamente popular que propiciaría el argumento de otra gran cinta de aventuras “Los vikingos” de Richard Fleischer con Kirk Douglas y Tony Curtis. Para convertirlo en película se recurrió al prestigioso guionista Philip Dunne, cuyo anterior trabajo había sido el extraordinario drama de John Ford “Que verde era mi valle”. La historia ideada por Marshall es más adulta que las habituales narraciones del género, la procedencia ilegítima del protagonista o el sadismo de su aristócrata tío eran elementos poco habituales en el cine de mera diversión.



Su mayor atractivo reside sin duda en el fantástico elenco, protagonizado por un brioso Tyrone Power como el desdichado Benjamin, al que hay que añadir un George Sanders que encarna toda la vileza de la que es posible Sir Arthur Blake. Las dos damas del filme Frances Farmer y Gene Tierney destacan por su hermosura y buen hacer. En papeles de menos enjundia están sobresalientes John Carradine y Elsa Lanchester.



Una cinta de aventuras con toques dramáticos, que logra mantener el interés del espectador durante toda la proyección, con un final idílico realzado por la excelente partitura del gran Alfred Newman. Una muestra de ese gran director que fue John Cromwell al que dedico la entrada de hoy.



P.D. Esta fue la última película que terminó la desdichada actriz Francis Farmer, cuya vida narró en 1982 el drama “Frances” dirigido por Graeme Clifford y protagonizado por Jessica Lange.

En 1953 se rodó con algunas alteraciones en la historia, una nueva versión en color titulada “El tesoro del cóndor de oro” dirigida por Delmer Daves y protagonizada por Cornel Wilde y Costance Smith.

John Cromwell alternó su labor como director, con la de actor de teatro donde destacó tanto en obras contemporánea como en la interpretación de los grandes clásicos de Sakespheare

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