martes, 18 de febrero de 2014

Doble vida (1947) El método Ronald Colman

 

 

 

Uno de mis actores preferidos de todos los tiempos, es el británico Ronald Colman, cuando se habla de la elegancia en el cine, siempre su nombre se viene a mi mente. Tras su debut sobre las tablas londinenses, gracias al director Henry King tuvo la oportunidad de debutar en la pantalla con “La hermana blanca” junto a Lillian Gish (http://ramonnovarr.blogspot.com.es/2013/12/blog-post.html) , después de intervenir en “El abanico de Lady Windermere” de Ernst Lubitsch, protagonizó la primera versión de Beau Geste. A varios notables filmes en el periodo mudo, le siguió la etapa sonora donde no pudo debutar con mayor acierto, al ser nominado por dos interpretaciones al oscar, Condemned (Condenado) y Bulldog Drummond (El capitán Drummond).


Los años treinta fueron la de mayor actividad y prestigio de Colman trabajando con los mejores directores (Ford, Lloyd, Capra) en producciones de gran envergadura como la mítica “Horizontes perdidos”. En 1942 rueda una de sus películas favoritas “Niebla en el pasado” junto a Greer Garson. Después de volver a ser nominado al oscar por esta y nuevamente sin éxito, su carrera parecía languidecer.

En ese momento le llegó la gran oportunidad que representó el papel de “Doble vida” con el que al final se alzaría con la codiciada estatuilla. El filme de Cukor le proporcionó uno de los grandes papeles de su vida, el actor teatral Anthony John. Un intérprete que se deja influenciar en demasía por los papeles que representa. Esa es la causa de que solo decida hacer comedias, cuando le llega la oportunidad de representar al Otello de Shakespeare, junto a su en otros tiempos esposa Brita, empieza a sentir como se apodera de él, el carácter del moro veneciano.


 
George Cukor que no alcanzaba un gran triunfo, desde la desasosegante “Luz que agoniza” logró en esta producción independiente, distribuida por Universal, recuperar el interés del público, en parte perdido en sus últimas cintas con la MGM. Signe Hasso, Edmond O´Brian y Shelley Winters, respaldan a Colman en este drama intenso, una aguda reflexión sobre los límites de la actuación, que siempre interesa revisar.

 



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