martes, 3 de diciembre de 2013

Un ladrón en la alcoba (1932) De Venecia a París con elegancia

 

-Tiene que ser una maravillosa cena para dos. Quizá no probemos bocado, pero ha de ser maravillosa.

-Entendido, barón.

-Y, camarero…

-¿Sí, barón?

-¿Ve esa luna?

-Perfectamente, barón.

-Quiero esa luna en el champaña

-Sí, barón. (Apuntando). La luna en el champaña

-Respecto a ti…no quiero ni verte


Lo cierto es que me resistía a escribir una entrada sobre esta famosa película. Basta con una somera navegación por el ciberespacio, para darse cuenta de que hay decenas de post, mucho mejor informados y escritos, que valoran esta cinta. Pero he llegado a la conclusión de que si gracias a leer mi modesto blog, alguien descubre esta prodigiosa comedia, habrá cumplido con creces su objetivo.

Nos hallamos ante una maravillosa cinta, exponente de una manera elegante y sofisticada de contar las cosas, situada en ambientes glamurosos, donde las damas exhiben sus mejores galas y los caballeros visten correctamente (aunque las damas no sean tan damas, ni los caballeros tan caballeros), que es el referente  del que ha vivido la comedia clásica norteamericana, durante toda su gloriosa existencia.
 
 
 
 

 
Ernst Lubitsch, que en sus inicios en Alemania había cultivado la comedia con éxito, se hizo famoso en todo el mundo, gracias a superproducciones históricas como “La mujer del Faraón”. Una cinta de corte similar “Rosita, la cantante callejera” protagonizada por Mary Pickford ,supuso su debut en Hollywood.  Más en los siguientes títulos que dirigió en los estudios Warner, volvió al género con el que actualmente se le identifica. Con la llegada del sonoro, impulsó una serie de operetas musicales que le granjearon el favor del gran público. En esas cintas protagonizadas por el divo francés Maurice Chevalier y la pícara Jeanette McDonald, fue perfeccionando un estilo que con “Un ladrón en la alcoba” alcanza su diseño definitivo. Despojada de números musicales, que en el inicio del sonoro constituían la mejor forma de atraer a los espectadores, esta farsa irreverente utiliza a la perfección, los magníficos diálogos de Samson Raphaelson,  un estupendo  guionista cuya primera vinculación con el cine, fue escribir la pieza teatral que llevada a la pantalla, se convertiría en el primer largometraje sonoro “El cantor de jazz”.
El brillante texto en manos del gran director alemán, es utilizado de una manera ágil y precisa gracias a la imaginativa utilización del montaje. Conversaciones tras puertas cerradas, sombras que nos revelan una furtiva acción, son una pequeña muestra de la espléndida galería de recursos de los que Lubitsch se vale, para ofrecernos, la lectura más precisa de la historia. Este complejo artificio en ningún momento demora la acción, muy al contrario contribuye a mantener la fluidez narrativa.
 
 
Los protagonistas Lily (Miriam Hopkins) y Gaston Monescu (Herbert Marshall) son dos falsos aristócratas que ejercen como ladrones de guante blanco. Tras su encuentro en el que respectivamente intentan robarse, descubren que son almas gemelas. Comenzada en la romántica Venecia, un año después la acción se traslada a París donde la intrigante Madame Mariette Colet (Kay Francis) completará el divertido triángulo amoroso.
 
 

 
No me propongo describiros  el hilarante argumento, sino que os insto a que el mago Lubitsch, os lo cuente  con su elegante narrativa. Veréis como estos “Problemas en el paraíso” (titulo original de la cinta) siguen siendo tan sugerentes, como lo eran, hace ya ochenta años.
Precioso video dedicado a Miriam Hopkins con una música sublime, Stardust tocada por la                                                            orquesta de Artie Shaw.

 
 

 

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