miércoles, 4 de diciembre de 2013

Las cruzadas (1935) La alianza de civilizaciones.




Cuando uno se enfrenta a una película de Cecil B. De Mille, es mejor que se olvide del rigor histórico. Ya estemos hablando de la historia sagrada, o la guerra de  la independencia norteamericana, sabemos que encontraremos en el camino incongruencias de bulto, lances románticos fabulados, tendencia a un gigantismo desproporcionado…y sin embargo me encanta. Adoro a De Mille por su forma tan barroca de afrontar la épica, el delirio que desprenden sus desmesurados espectáculos y  la sensualidad que se esconde tras su iconografía religiosa.

Cuando rueda “Las cruzadas”, De Mille se hallaba inmerso en la producción de epopeyas históricas algo que ya nunca abandonará. Famoso en la época muda como autor de dramas moralizantes y comedias sofisticadas, tras sus titubeantes inicios en el sonoro, donde cuajó obras estimables como el western “El prófugo” y la comedia “Madam Satan”, es a partir del regreso a la Paramount con “El signo de la cruz” que relega todos los demás géneros, especialmente la comedia. En su autobiografía “Mis diez mandamientos”, comenta tras el poco satisfactorio resultado de una cinta protagonizada por Claudette ColbertCuatro personas asustadas” que lo mejor era dejar las comedias a Lubitsch.


El mundo antiguo, que era el marco en el que se desarrollaban sus dos últimas cintas épicas “El signo de la cruz” y “Cleopatra” es sustituido por la austera edad media, periodo al que pertenecía la primera cinta espectacular de De Mille “Juana, la mujer” (1916) biografía de la doncella de Orleans interpretada por la célebre soprano Geraldine Farrar


La cruzada a la que alude el título es la tercera, la más legendaria de todas, ya que en ella participaron dos de los mayores iconos de la historia: El monarca inglés Ricardo Corazón de León y el Sultán Saladino. Enaltecidas sus figuras desde tiempo muy temprano, el propio Ricardo favorecía a los juglares que propagaban sus gestas. Una tradición que no dejo de crecer con los siglos, alcanzando con el romanticismo su máxima expresión.  La novela de Walter Scott “El talismán” (1825) acabó por dar la imagen definitiva de ambos personajes históricos para el gran público.



La cinta arranca vigorosa con la toma de Jerusalén por las tropas árabes, de entre los cautivos cristianos, el arrogante Pedro el ermitaño (C. Aubrey Smith), desafía a Saladino con predicar la cruzada entre los reinos cristianos. El caudillo musulmán en vez de ordenar su ejecución, le deja libre para que cuente lo que ha visto y así sirva de advertencia. Tras propagar su mensaje, la empresa es asumida por el rey de Francia. El rey Felipe, que teme que el soberano inglés se valga de su ausencia para invadir el reino, manda un emisario que le recuerde el compromiso adquirido con su hermana la princesa Alicia (Katherine DeMille). Cuando acude a entrevistarse con el rey Francés, el astuto Ricardo que no tiene intenciones de casarse con la princesa francesa, ve la solución en la proclama del ermitaño sobre la cruzada. Cuando el anciano le comenta que aceptar el voto de cruzado le libra de todo compromiso, se adhiere pensando que así se libra del matrimonio. Pero las adversidades económicas de la expedición, le obligarán a tomar por esposa a la princesa navarra Berenguela (Loretta Young).



Henry Wilcoxon que desafortunadamente no tuvo una carrera en el cine a la altura de su talento, compone un Ricardo complejo, un ser afable y violento, generoso y arrogante, que al final tendrá que expiar sus pecados. Un retrato  en claroscuro que no tienen la decidida Berenguela, ejemplo de virtud, ni el honorable Saladino (Ian Keith). Precisamente el respetuoso tratamiento de la figura del mítico sultán, propició la maravillosa acogida que el presidente  Nasser dio a De Mille, cuando años después rodó en Egipto su último filme “Los diez mandamientos”, proporcionándole todo tipo de ayuda.



El mensaje pacifista de respeto y entendimiento mutuo entre culturas, es la rúbrica perfecta de esta espectacular cinta de aventuras, que licencias históricas aparte, es un magnífico exponente, de la arrebatada prosa cinematográfica,  característica en De Mille.

No hay comentarios:

Publicar un comentario