martes, 31 de diciembre de 2013

El puente de Waterloo (1940) El vals de las velas


Te amaba, nunca he amado a nadie más

Ni lo haré, es la verdad Roy nunca amaré a nadie más.

Esta es la última frase de una cinta que se ha convertido en la quintaesencia del cine romántico. El vals de las velas,  que los enamorados bailan en la escena más memorable del filme, es una melodía que se acostumbra a cantar recibiendo el año nuevo. Es la alternativa anglosajona a nuestras doce uvas. Hoy coincidiendo con el último día del año, he pensado en recordar este magnífico melodrama.


La historia había sido creada para los escenarios por el dramaturgo Robert E. Sherwood. Estrenada el 6 de Enero de 1930, tuvo una buena acogida y  al año siguiente ya conoció una versión cinematográfica a cargo de James Whale y protagonizada por Mae Clarke y  Kent Douglass . En ella se narraba la historia de amor entre un soldado y una bailarina de vodevil metida a prostituta. En su comienzo vemos una espectacular escena de teatro, rabiosamente aplaudida, la cámara retrocede y nos ofrece a la protagonista, saliendo del teatro acompañada de un oficial y luciendo una boa de zorro. Un cartel anuncia que la obra lleva un año de representaciones. En la siguiente escena vemos la misma imagen pero el cartel anuncia que son ya tres los años de éxito de la obra. En la puerta volvemos a ver a la corista, acompañada de su amiga, maldiciendo su mala suerte. Cambió a otra obra que no tuvo el éxito esperado y ahora para subsistir se dedica al oficio más viejo del mundo. Para cazar soldados decide ir al Puente De Waterloo, lugar muy transitado por estar cercano a la estación del mismo nombre. Cuando resuenan las alarmas avisando las bombas que los alemanes lanzan con sus dirigibles, recibe la ayuda de Roy, un soldado que le conduce al refugio.


Cuando MGM decide llevar de nuevo a la pantalla la obra, el Código Hays lleva siete años implantado. Esta circunstancia lógicamente obligaría a no relatar con igual crudeza la sordidez de la historia. No obstante con código o sin código, es muy lógico pensar que los directivos de la Metro pensaban hacer un producto más elegante y sobre todo que acentuara el romanticismo latente en la historia. Los cambios sufridos en la narración son muchos, uno de ellos es la nacionalidad de los personajes. Mientras en la nueva versión Roy es un soldado escocés de  aristocrática familia y Myra evidentemente es británica, en la película producida por la Universal ambos son norteamericanos. Ella se encuentra en Londres huyendo de la miseria de una familia desestructurada y él es hijastro de un oficial médico británico, que se alistó en Canadá fruto de la euforia del ambiente.

Aunque el encuentro de los jóvenes se produce de la misma forma, el personaje que encarna la bellísima Vivien Lehig, es una bailarina de ballet que debe someterse a la dictatorial disciplina de Madame Olga directora de la compañía. Incumpliendo las normas de esta, decide acudir a cenar al Canddlelight Club con Roy, interpretado aquí por un apuesto Robert Taylor. Al finalizar la velada se produce el ya comentado baile, cuyo auténtico nombre es Auld Lang Syne, una tradicional canción escocesa con letra de Robert Burns. El ya experimentado director Mervin Le Roy, decidió suprimir el diálogo de la escena, para que las miradas de los amantes, a la luz cada vez más tenue de las velas, hablaran por si solas.
 


 
Tras un infructuoso intento de casarse, el soldado debe marchar al frente. A partir de entonces se desencadenarán una serie de circunstancias adversas que culminarán con el anuncio de la muerte de Roy. Sólo después de conocer esa noticia y como último recurso de subsistencia, es cuando Myra se dedica a buscar soldados en la estación de Waterloo. También por casualidad es como vuelve a encontrar a Roy que sano y salvo ha regresado.

El destino, la suerte, la casualidad…juegan de forma decisiva en esta adaptación. Un azar que influye decisivamente en el futuro de la pareja.  Un aura de fatalismo que preside todo el relato. Comenzado en un largo flash-back, donde el maduro Coronel Cronin, presto a embarcar rumbo a Francia al comienzo de la segunda guerra mundial, pasa por el puente de Waterloo y empieza a rememorar su gran historia de amor.

 
 

Despido el año con la maravillosa Vivien Lehig, quizás la criatura más hermosa que ha dado la historia del cine, protagonista de esta maravillosa cinta, imprescindible para los que nos consideramos románticos empedernidos.


P.D. En la primera versión de James Whale, Bette Davis interpretó a la hermana de Roy.

En 1956 se rodó una tercera versión ya en color que trasladaba la acción a 1944 y cambiaba los nombres de los amantes. Se tituló Gaby siendo los protagonistas  Leslie Caron y John Kerr.

1 comentario:

  1. Llamada la cuna del romanticismo esta maravillosa película, Vivien Leig como siempre está maravillosa como actriz y bellísima.

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