La radio que
en la década de los treinta, definitivamente había penetrado en todos los
hogares de Estados Unidos, fue el vehículo idóneo de críticos de lengua
viperina, que disparaban sus venenosos dardos ante el alborozo de una audiencia
complacida. Alexander Woollcott sino fue el más célebre de todos, probablemente
si resultó el más ácido.
Este culto y
desagradable personaje, inspiró a los populares autores George S. Kaufman y
Moss Hart una de sus obras más divertidas “El hombre que vino a cenar”. Era tal
la identificación con el crítico, que los autores invitaron al propio Woollcott
a que interpretara el papel de Sheridan Whiteside su alter ego de ficción. Al rechazar
este la propuesta, sería Monty Woolley el que con gran éxito defendiera el
personaje sobre los escenarios.
Como era
habitual en las obras que tenían una notable repercusión, Hollywood adquirió
los derechos para llevarla a la gran pantalla. De la adaptación se ocuparon la
brillante pareja de hermanos Julius y Phillip Epstein, que ese mismo año firmarían
el guion de la mítica Casablanca. La cinta dirigida con un gran ritmo por William
Keighley, un artesano para todo de los estudios Warner, comienza con la
inoportuna caída del desagradable Sheridan Whiteside, en el rellano del hogar
de los Stanley, una prominente familia de Ohio con los que ha quedado a cenar.
Obligado a permanecer en la casa, al no poder moverse, impone a todos sus
despóticas maneras, convirtiendo el hogar de hecho en su cuartel general.
Cuando su eficiente y abnegada secretaria, se enamora de un joven del lugar,
Sheridan prolongará su convalecencia para lograr que no le abandone.
El filme que
en todo momento, es rico en situaciones de gran comicidad, gira en torno a la
arrolladora personalidad deWoolley. Monty Woolley en la primera etapa de su vida fue un
prestigioso profesor de Harvard, experto en artes escénicas, su amistad con el
mítico compositor Cole Porter, le abrió las puertas de Broadway donde alcanzó
el éxito como director de algunos de los mejores musicales de la época. Cada
vez más involucrado en el mundo de la farándula, a partir de 1936 abandonó su
cátedra y empezó una ascendente carrera como actor. Después de intervenir en
pequeños papeles en cintas tan recordadas como “Medianoche”, su magnífica
encarnación teatral del acerado crítico, le dio la oportunidad de volver al
cine con papeles hechos a su medida, siendo el de Sheridan Whiteside, el más
recordado.
Aunque ya
contaba con una prestigiosa carrera a sus espaldas, Bette Davis aceptó el papel menor de la sufrida secretaria,
siendo notable como en ella era habitual su actuación. El resto del reparto de
notables secundarios, cumple a las mil maravillas en esta alucinante farsa, que
satiriza a unos líderes de opinión, que hacen del insulto la base de su éxito…
¿Les suena?
Estupenda película para estas fiestas que se aproximan, para disfrutar con sus diálogos y pasarlo bien, muy divertida y muy recomendable.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario
Eliminar