Mi madre
siempre evocaba, el momento en que mi abuela apareció con una radio en la casa. La había
comprado en la almoneda, a escondidas de mi abuelo, hombre reacio a las
modernidades y mucho más a la venta a plazos. Luego, claro está el señor
Julián, que así se llamaba, no sabía pasarse sin el invento. En esa España
rural, con tan pocos contactos con el exterior,
la radio significaba la única ventana al mundo.
Un mundo que
queda perfectamente reflejado, en esta maravillosa comedia de episodios, fruto
del talento de José Luis Sáenz de
Heredia. Hombre de gran cultura, aprendió los rudimentos cinematográficos
en la productora Filmófono que
dirigía Luis Buñuel. Allí dirigió una de las cintas más
taquilleras del periodo republicano “La
hija de Juan Simón”, protagonizada por el popular cantante Angelillo. Tras la contienda civil fue
el designado para filmar “Raza”,
filme propagandístico del nuevo régimen. Su primera incursión en la comedia, aparte
de su debut como director, ”Patricio
miró una estrella”, es la muy estimable “El destino se disculpa”. Adaptación de un texto de Wenceslao Fernández Florez ,
protagonizado por el galán de moda Rafael
Durán, supuso el trampolín de lanzamiento de un actor que se convertiría en
leyenda del cine español, Fernando
Fernán Gómez.
Fernán Gómez
se convirtió con el paso de los años, en uno de los mejores amigos de Sáenz de
Heredia, al igual que Francisco Rabal,
que en “Historias de la radio” realiza el papel de hilo conductor de las tres historias
de las que consta. La peripecia personal del locutor al que Rabal da vida, da
el sentido de unidad, a una cinta en la que intervinieron muchos de los mejores
actores de la época.
Pepe Isbert, nos emociona con su papel
de un inventor, que para obtener el dinero necesario para registrar la patente,
se disfraza de esquimal con trineo y perro y así obtener el premio que ofrece
Radio Madrid, por aparecer de esa guisa en el estudio. La gesta por lograr su
objetivo, culmina con la encarnizada lucha que sostiene con otro concursante,
en las escaleras que llevan al estudio radiofónico. En la segunda historia
destaca un soberbio Pedro Porcel,
vistiendo los hábitos de un peculiar sacerdote que logra redimir a un ladrón de
poca monta (Ángel de Andrés). Por
último en la tercera narración, brilla la actuación de Alberto Romea como un viejo profesor, que decide acudir a un
concurso de preguntas, con el fin de pagar el viaje a Suecia, donde deben
operar a uno de sus alumnos. Mientras en el pequeño pueblo donde viven ruegan
por su triunfo el pequeño, su madre y un curilla genialmente interpretado por José Luis Ozores. Igualmente
estupendos, pero en papeles de menor enjundia destacan Tony Leblanc, Juanjo Menéndez, Guadalupe Muñoz Sampedro como esposa
del anciano profesor y la bella Margarita
Andrey, en la cinta locutora de radio y novia de Paco Rabal.
Quién no podía
faltar en la cinta, era la entusiasta figura de Bobby Deglané. El locutor chileno era en gran medida, el artífice de esa radio que cautivaba a la
sociedad española, además fue también el fundador del popular diario MARCA. A su lado actúan figuras musicales de la talla
de Gracia Montes y el exquisito
conjunto vocal donostiarra Los Xey.
Transcurridos
casi sesenta años desde su estreno en los cines, después de tantos cambios de
todo tipo, la gran calidad de esta sensible y divertida farsa, siguen
situándola como una de las mejores comedias del cine español. Aquí va mi sincero homenaje, a uno de los cineastas más
talentosos del cine español, cuyos restos reposan en Alfaro, una bella ciudad
de La Rioja, mi tierra.
Maravillosa película, que junto a Historia de la Televisión, nos describen una España, a la cual le habían dado algo parecido a un premio de consolación en el reparto del "Plan Marshall" y que en las clases menos favorecidas suplían la carencia de vitaminas con el reparto en los colegios de unos "Polvos blancos" que se añadían al agua y que llamaban "leche en polvo". Con ello se trataba de paliar las carencias nutritivas y enmascarar lo que no era otra cosa que hambre pura y cruda. La radio contribuyó a acercar las zonas rurales y aisladas, a otro mundo que si bien tenían conocimiento de su existencia, no conocían los pormenores. Esta película es una buena radiografía de aquella época. Como siempre, actores tan queridos por nosotros nos deleitan con su arte. Quiero destacar un Alberto Romea, tan grande y si embargo tan olvidado hoy en día. Una gran película, sobre una España que se dividía en 2 niveles muy distanciados, los vestigios de la clase superior de los Vencedores, y de los vencidos, a los que se les permitía subsistir porque necesitaban "Servidores baratos".
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