El boxeo es el
deporte que mejor ha retratado el cine. Un rosario de obras maestras (Cuerpo y
alma, Toro salvaje) y películas estimables así lo acreditan. La atmósfera
cargada del gimnasio es tan afín al medio cinematográfico, como el paisaje del Monumental Valley fordiano.
Marcel Carné
representante máximo del realismo clásico en el cine francés, retrata su
particular visión del mundo del cuadrilátero,
en este hermoso drama. En un magnífico comienzo vemos avanzar al tren que lleva
a dos de las protagonistas de la historia. Una es la modelo Corinne (Marie
Daems), a quien se le cae un amuleto por la ventanilla, acción que observa
André (Roland Lesaffre), un joven que trabaja recogiendo el carbón de las vías y
que se hace con él. A la estación llega la modelo, comprometida con un maduro y
rico hombre de negocios y Blanche (Arletty), que vuelve de Niza tras recibir la
herencia de su abuela. Esta herencia consiste en una hermosa casa, a la que
piensa trasladarse junto a su marido Victor (Jean Gabin) un veterano boxeador, que ahora dirige un
modesto gimnasio donde acoge a muchachos con dificultades económicas.
El sueño de empezar
una nueva vida, al cálido amparo del sol que profesa Blanche, choca con el
anhelo de Victor, de formar a un campeón, que alcance el éxito que a él se le
negó. Cuando va a visitar a su alumno más prometedor al hospital, recibe la
noticia de que ha fallecido. Allí conoce a André, que también era amigo del
finado. Pese a sus iniciales reticencias, Victor logra convencer al joven de
las posibilidades que tiene y de cómo el boxeo puede ser la solución para abandonar
la miseria. Todo parece ir según lo
previsto, hasta la fortuita aparición de Corinne, con la que André inicia una
relación apasionada, que trastocará
todos los planes de futuro del viejo boxeador.
Las luces y
las sombras de la metrópoli francesa, están perfectamente dibujadas por el trazo
firme del realizador francés. Desde las miserables habitaciones pateras de
ambiente argelino, a la elegante mansión de la modelo Corinne, pasando por el
sano ambiente del barrio obrero donde se ubica el gimnasio. De la miseria donde
acecha el hambre, al mundo glamuroso de los hermosos modelos de Balenciaga.
“Aire de Paris”
es una cinta de boxeo, pero ante todo es una historia de amor. O más bien de
amores, el paterno filial de Victor con el díscolo André, la mencionada unión pasional
de Corinne con el prometedor boxeador, la egoísta asociación de dominio de la
modelo sufre a cargo de su mentora y por
último la sacrificada relación de Blanche con el bienintencionado y poco práctico Victor. Por
último la idílica imagen de la familia de tenderos italianos, sirve de
contrapeso a la azarosa vida del resto de personajes.
Jean Gabin que
por su magnífica creación del veterano púgil, recibió la prestigiosa Copa Volpi
del Festival de Venecia, vuelve a reunirse con Arletty ,quince años después de
la mítica Le jour se lève, también dirigida por Carné. La veterana actriz francesa que no había
vuelto a brillar con la misma fuerza en el cine francés de post-guerra nos deja
en esta cinta una de sus mejores interpretaciones.
Menospreciada
por amplios sectores de la crítica, que ningunean la obra de Carné más allá de
las cintas que rodó en colaboración con el poeta Prevert (Los niños del paraíso,
Le jour se leve, Les visiteurs du soir), esta cruda y romántica visión de París,
es una maravillosa muestra, de una forma de hacer cine, carente del artificio
de aplaudidas vanguardias, que sigue cautivando por su frescura y verdad.
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