lunes, 27 de enero de 2014

La viuda alegre (1925) A la manera de Stroheim


 Que Erich von Stroheim es uno de los artistas más personales que ha dado el mundo del cine es evidente. Todas sus obras poseen la marca de la casa, que las distingue del resto de productos. Su mirada transformaba todo lo que tocaba, algo evidente en esta adaptación de la opereta “La viuda alegre”.

 

La desenfadada y liviana pieza de Franz Lehar, en manos de Stroheim apenas queda reconocible. El guion es obra de Benjamin Glazer, un talento que se había dado a conocer adaptando una obra de Ferenc Molnár llamada ”Liliom” . La pieza que triunfó en Broadway fue llevada al cine por Metro Pictures en 1921, posteriormente se convertiría en uno de los musicales más famosos de Rodgers y Hammerstein “Carrusel”. En 1925 llevaba un año trabajando como guionista de Metro Goldwyn Mayer, y  a decir verdad logró una adaptación que se distancia como hemos dicho por completo del original, pareciendo más una continuación de los habituales dramas aristocráticos que tan célebre habían hecho a Stroheim.



Pese al aire de comedia que envuelve el inicio de la cinta, sabemos que pisamos un mundo mucho más complejo y malsano, que el habitual en una opereta. Un ambiente donde el sadismo y la sensualidad sin frenos marcan el acento.  Cuando llegan a sus aposentos en una posada, el Conde Danillo y su primo el Príncipe Mirko, no dudan en asaltar a las doncellas sin la más mínima cortesía. Un mundo fuertemente  jerarquizado que trastocará una célebre artista de variedades llamada Sally.



El filme estaba pensado a la mayor gloria de Mae Murray, una actriz que había empezado en los flamantes espectáculos de las "Ziegfeld Follies". Siendo una de las estrellas más importantes de los originario estudios Metro PIctures. Pese a sus continuos enfrentamientos con el director europeo, logró encarnando a la pizpireta artista su creación más recordada. Uno de los mayores aciertos del filme, fue el dar el papel de Danillo a John Gilbert, una estrella emergente que se hallaba en MGM desde el año anterior y cuya próxima película “El gran desfile” le daría una fama tan sólo superada por Rodolfo Valentino. Como el sádico Príncipe Mirko, Roy D'Arcy logra convertirse en un “alter ego” del propio Stroheim que hubiera deseado interpretar al odiado personaje, pero la recta negativa del productor Irving Thalberg lo impidió.



Pese a lo azaroso de su producción, algo habitual en las películas del cineasta austríaco, la cinta fue un rotundo éxito de crítica y público. Desgraciadamente los siguientes proyectos del director por unas causas u otras no acabaron de estrenarse de forma completa. Al final como otro gran genio del cine Orson Welles, acabó convirtiéndose en actor de carácter, con actuaciones tan sublimes como la del viejo mayordomo en “El crepúsculo de los dioses”. Tampoco Mae Murray aprovechó el éxito de la cinta. Casada con  un excéntrico aristócrata, el príncipe David Mdvani, dejó que este llevara sus asuntos artísticos, logrando que Mae rompiera con MGM una decisión totalmente desafortunada. Para cuando empezaba el sonoro su nombre estaba totalmente olvidado.


 
 

De Gilbert que fue la máxima estrella masculina del estudio en el periodo silente, se ha escrito ríos de tinta sobre su vertiginosa caída, y el grado mayor o menor de culpa de Louis B. Mayer en el asunto. Tres destinos que pasaron del más rotundo éxito al más lamentable de los olvidos. Tan solo el guionista Benjamin Glazer iniciará una ascendente carrera de guionista, ganando el oscar por el guion de “El séptimo cielo” y otro en 1940 por la historia que convertirían en guion  Charles Brackett y Billy Wilder, titulada “Arise my love” protagonizada por Claudette Colbert y que iniciaba su acción en la guerra civil española.

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