lunes, 20 de enero de 2014

Pasaporte para Pimlico (1949) La herencia de Carlos el Temerario


Los  Estudios Ealing produjeron entre 1947 y 1956 una serie de comedías satíricas, que lograron un éxito que traspasó fronteras. El concepto actual que gran parte del público tiene del “humor británico”, procede en gran parte del legado que aquellas cintas dejaron. Uno de mis títulos preferidos es “ Pasaporte para Pimlico” dirigida por Henry Cornelius en 1949. El cineasta autor también de la excelente “Genoveva” vivió demasiado poco para tener una carrera de más envergadura.

Nacido en 1913 en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, Cornelius  hizo su debut como director con esta comedia. Una película inspirada ante todo por el talento de T.E.B. Clarke, el guionista más talentoso de los estudios. Provisto de una gran inventiva, también era extremadamente meticuloso a la hora de documentarse. Buscó  cuidadosamente un precedente histórico que pudiera encajar al propósito del argumento de la cinta. Y lo halló en la figura de Carlos el Temerario, duque borgoñón fallecido en la batalla de Nancy en 1477. ¿Qué hubiera pasado si hubiera sobrevivido a la batalla, ya que su cuerpo hallado tres días después en parte comido por los lobos, nunca ofreció garantías de ser el suyo? Según la fantasía urdida por Clarke, el bisabuelo de nuestro Carlos V, había huido a Inglaterra aliada de Borgoña, donde se le había proporcionado un pequeño principado y un tesoro acorde a su condición.

El tesoro aparece repentinamente al detonarse una bomba en el popular barrio de Pimlico. Aún las heridas de la pasada guerra están muy frescas en el paisaje ciudadano. Como envuelto en el vapor de una ola de calor sin precedentes que asola Londres, aparece el mítico tesoro. Cuando las autoridades del estado quieren disponer de él, los vecinos se enfrentan arguyendo un antiguo documento histórico que daría carta de independencia al barrio. La sostenedora de los derechos históricos es una magistral Margaret Rutherford, en el breve pero imprescindible papel de la profesora Hatton-Jones.

El tendero Arthur Pemberton, se erigirá como líder de los vecinos de Pimlico. Un Stanley Holloway en estado de gracia, que encabeza un reparto sin grandes nombres, pero que cumple su cometido estupendamente. Una galería de personajes inolvidables que van desde el empleado de banca, al pretendido actual duque de Borgoña que pronto empezará a cortejar a la hija de Pemberton.



Todos logran hacer que los ochenta y cuatro minutos que dura la película, se nos pasen en un  vuelo. Si todavía no conoce el encanto de las comedias rodadas en los estudios Ealing, se está perdiendo una de las experiencias más gozosas que le puede proporcionar el cine.



P.D. Según algunas fuentes se cita como germen de la idea de la cinta, el que durante un tiempo la sala de maternidad del hospital civil de Otowa, fuera declarado lugar extraterritorial, para que cuando naciera la princesa Margarita de Holanda, no perdiera sus derechos al trono.

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