miércoles, 27 de noviembre de 2013

Gigi (1958) Gracias al cielo por los musicales

 

Cuando se es amado, no se duda de nada. Cuando se ama se duda de todo.

Esta magnífica cita es obra de Colette, una escritora francesa que fue una abanderada literaria de los derechos de la mujer. Su primer marido no dudó en aprovecharse del talento  de la joven, publicando con su nombre las tres novelas inspiradas en su infancia. Tras desligarse de su crápula esposo, emprendió una fructífera carrera literaria, que le llevó a recibir los más altos honores.  

Pero el camino a recorrer era duro, como siempre lo ha sido para las mujeres. La audaz Colette, no dudo por eso en emprender las más variopintas ocupaciones, sin por eso dejar su dedicación a la narrativa. Mientras en su juventud se dedicó al teatro de variedades por espacio de seis años, a los sesenta no dudó en adentrarse en el negocio del maquillaje, creando su propia línea de productos. Esto no le impidió dejarnos una obra fecunda, de la cual Gigi es uno de sus mejores exponentes.


Colette en su época de actriz

Ya desde 1913 el cine francés empezó a adaptar la obra de Colette. En este caso el filme se titulaba Claudine, protagonista de las primeras novelas de la autora a las que hicimos referencia. En 1949 la directora Jacqueline Audryk, adaptó su novela Gigi por primera vez e inició una serie de adaptaciones a la gran pantalla, entre las que destaca “Te querré siempre” dirigida por Roberto Rosellini y protagonizada por Ingrid Bergman.




Colette junto a la célebre guionista Anita Loos, llevaron Gigi a los escenarios de Broadway. Una casi desconocida Audrey Hepburn interpretó a la protagonista. Seis años más tarde, el  prestigioso productor de musicales  Arthur Freed pagó la exorbitada cifra de 87.000 dólares, por los derechos de la obra. Lerner y Loewe que habían cautivado a los espectadores neoyorquinos con la adaptación musical de Pigmalyon de Bernard Shaw, bajo el título de My fair lady, se ocuparon del guión y las canciones. La única negativa que encontró Freed fue la de Audrey Hepburn, convertida ya en una estrella, a repetir el personaje que había creado en el teatro.




 

 
Arthur Freed estaba ligado desde un principio al género musical. Escribió las letras de las canciones que Nacio Her Brown compuso para el primer clásico del género “La melodía de Broadway” (1929) formando una excelente asociación, que fructificó en una serie de memorables números, de los cuales el más famoso es sin duda “Cantando bajo la lluvia”. Responsable de producir los mejores musicales de Metro-Goldwyn-Mayer, decidió culminar su carrera con esta preciosa cinta. Para ello volvió a contar con Vincent Minnelli, en ese momento el mejor director del estudio que ya había rodado con Freed, la legendaria “Un americano en París” (1951).
Rodada en París en la calurosa primavera de 1957, el filme contó con el maravilloso vestuario de Cecil Beaton  que recibió el oscar, al igual que Freed por la mejor película, Alan Jay Lerner por el guión adaptado, E. Preston Ames , F. Keogh Gleason , Henry Grace , y William A. Horning responsables de la dirección artística, Joseph Ruttenberg autor de la primorosa fotografía, la canción Gigi obra de Lerner y Loewe , Adrienne Fazan recibió el de mejor edición y Andre Previn a la mejor banda sonora. El noveno oscar fue a parar a Minnelli como mejor director.




Èn la añorada Belle Epoque paseando por los Campos Eliseos, encontramos a Honoré Lachaille (Maurice Chevalier), un acaudalado caballero que no deserta de su profesión de seductor. Él nos presenta a la joven Gigi (Leslie Caron) nieta de Madame Alvarez (Hermione Gingold) , quien tiene planes para su futuro. A su modesta casa acude habitualmente Gaston (Louis Jourdan), un joven millonario hastiado de la vida.

Canciones inspiradas, decorados y vestuario suntuoso, un reparto sugestivo entre los que sobresale Maurice Chevalier, junto a la exquisita dirección de Minnelli, logran hacer de Gigi, un gran espectáculo y digno homenaje a la maravillosa novelista francesa.
 


 
 

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